miércoles, 15 de diciembre de 2010

SEXO - GENERO - POLITICA

SEXO -GENERO- POLITICA

Así como los Santos Libros - llámense Biblia, Tora, Corán - rigen las formalidades de los creyentes; o la Carta Magna de los países gobiernan nuestro comportamiento legal, de la misma manera el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), máxima autoridad del idioma castellano, dicta las normas de nuestra conducta gramatical.

Entre sus reglas sobresale una muy clara en particular que reza así: Aunque tanto el sexo como el género femenino sea superior numéricamente que el masculino, ante cualquier grupo de personas, animales o cosas, debe emplearse el masculino. (La condición de sexo está reservada exclusivamente a personas y animales, mientras que la de género se aplica a cosas. Una silla es de género femenino pero no es de sexo hembra. El oro es masculino pero no macho).

Algunos neófitos, para llamar la atención y aparentar vastos conocimientos idiomáticos, o bien para singularizarse como miembros de las olas de liberalizacion del sexo o bien de izquierdistas del siglo XXI , alardean de haber un toque racista en tan idóneo precepto o recurren a la manifestación de estarse discriminando a la mujer, en vez de invocar la simplificación gramatical como objetivo primordial del idioma.

La palabra “alumnos”, por ejemplo, agrupa tanto a niñas como niños. Basta con expresar “niños” para que las niñas estén incluidas en tal expresión; o incluso decir “ciudadanos”, “diputados”, “usuarios”, “lector”, “todos”, “costarricenses”, etc. para encerrar tanto el masculino como el femenino.

En tal sentido, por ineludible mandato gramatical debe evitarse decir “niños y niñas”, “diputados y diputadas”, “usuarios y usuarias”, “elector y electoras”, “todos y todas” “costarricenses y costarricensas ”, etc.

Cuando Jesús dijo: “Dejad que los niños vengan a mi” también hacía referencia a las niñas. Ello no significaba el tener que descartarlas o imaginar que era racista.

¿Habría entonces que cambiar el nombre de “Los Derechos Universales del Hombre”` por el de “Los Derechos Universales del Hombre y de la Mujer”; o también el de “Los Derechos del Niño” por el de “Los Derechos del Niño, de la Niña, del Adolescente y de la Adolescente”?

La palabra “hombre” entraña en sí misma el significado de “humanidad”; o sea, nadie más ni nadie menos que al hombre, la mujer, el adolescente, la adolescente, el niño y la niña; por no mencionar a los bebitos y las bebitas, el embrión  masculino o el embrión femenino… En redundantes palabras: al ser humano como tal.

El DRAE, precisamente, a lo que exhorta es a abreviar el orden gramatical, utilizando las menos palabras posibles en las definiciones; es decir, la dicción precisa y apropiada que corresponda a los señalamientos.

Por ello, deben eludirse las precipitaciones personales de ignorantes lingüísticos por ser ellas empobrecedoras, artificiosas y ridículas que más bien destrozan la economía del lenguaje de manera grotesca. Son meras piruetas lingüísticas sin ningún valor que tienden hacia una vulgarización del idioma, además de degradarlo ,así como inducir a groseras confusiones que nada agregan de luz,sino que obscurecen todo.

La simplificación es la regla básica y esencial en cualquier lengua.
Lo propio es decir, por ejemplo: 1) “Las aves de corra1” en lugar de “Los gallos, las gallinas y los pollitos”;
2) “Un juego de sala” en lugar de “Un sofá, dos poltronas, una mesa de centro y dos mesitas laterales”; o
 3) “Pescadería” en lugar de “Aquí se vende pescado fresco”.

A despecho de la existencia de los discursos sosos, sin sentido de los diputados   que contrarían, sin sentido, las normas gramaticales del castellano  y dejan constancia de esa ignorancia en las nuevas leyes que pergeñan , ello no significa de manera alguna que el idioma pueda ser modificado por voluntad oficial.

Simplemente tales preceptos están idiomáticamente mal redactados, lo que los priva de toda valoración lingüística, aunque no por ello pierden en absoluto su legalidad esencial y acatamiento obligatorio. Pero, lo propio es lo correcto.

A pesar del decaimiento del modo apropiado en el vestir, intentemos evitar el modo impropio de expresión tanto oral como escrito.
Nada más degradante que un pueblo inculto o ignorante.
La idiosincrasia es una cosa y la cultura otra.
No tendamos a confundirlas…ni fundirlas con el folclore.

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