martes, 29 de septiembre de 2009

Un Khadaffi tropical



Por : Edgar Cherubini Lecuna (edgar.cherubini@gmail.com )


En los años setenta Khadaffi, se da a conocer al mundo como un sociópata narcisista, megalómano e impredecible, promotor del terrorismo contra las democracias occidentales. Los casos más sonados fueron las voladuras del avión Boeing en Lockerbie y del vuelo 772 de la aerolínea francesa Union des Transports Aériens sobre el Sahara. Diversos atentados de las Brigadas Rojas, del IRA y de otros grupos terroristas europeos y latinoamericanos conducen a Kadhafi como soporte y a Libia como base de sus entrenamientos. Se dice que Carlos El Chacal, recibió de Kadhafi varios millones de dólares para organizar y ejecutar la famosa toma de rehenes en la OPEC, en Viena 1975, entre otras acciones terroristas en Europa.

No se ha indagado ni se ha escrito lo suficiente sobre el cambio operado por Muamar Khadaffi desde 2003, año en que se transforma de feroz líder terrorista a mansa paloma, amigable y gentil con los gobiernos occidentales, en especial con Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Este último país lo recibe con honores cuando Khadaffi le dispensa visitas para codearse con los CEO´s de grandes corporaciones y funcionarios del gobierno.

Franklin D. Roosevelt afirmó en una oportunidad lo siguiente: “En política, nada ocurre por casualidad. Cada vez que un acontecimiento surge, se puede estar seguro que fue previsto para llevarse a cabo de esa manera". De allí que esta gran interrogante se desentraña poco a poco y en forma conspicua con la noticia de la liberación y el recibimiento en Libia como héroe nacional del terrorista Abdelbaset Alí Mohamed Al Megrahi, condenado por el atentado de Lockerbie y liberado el 20 de agosto por la justicia inglesa.

Para los no informados, Al Megrahi es desde hace ocho años el único condenado a cadena perpetua por la voladura ocurrida en diciembre de 1988 de un Boeing 747 que se dirigía a Estados Unidos cuando sobrevolaba la localidad escocesa de Lockerbie, atentado en el que murieron los 259 ocupantes del aparato, 189 de ellos norteamericanos, y 11 lugareños de ese pueblo escocés.

En la reseña del corresponsal de EFE en Trípoli se destapa una fracción de esta podredumbre global de los gobiernos corporativos, la nota dice: "Deseo enviar un mensaje a nuestros amigos de Escocia: el Partido Nacional de Escocia, el primer ministro escocés, Alex Salmond; y el ministro de Asuntos Exteriores, a quienes felicito por su coraje al haber demostrado la independencia en la adopción de sus decisiones, pese a las presiones inaceptables e ilógicas que afrontaron".

El líder libio ha agradecido también al jefe del Gobierno británico, Gordon Brown, a la reina Isabel II, y al príncipe Andrés, “porque también alentaron al Gobierno escocés a asumir esta decisión histórica y atrevida". "Este paso beneficia los lazos entre Libia y el Reino Unido, y a “la amistad entre yo y ellos y se reflejará positivamente en todas las áreas de cooperación", declaro
Khadaffi, quien además criticó la reacción europea por la liberación de Al Meqrahi y la comparó con el caso de las cinco enfermeras búlgaras que fueron encarceladas en 1998 y condenadas a muerte en 2004 tras ser consideradas culpables de contagiar deliberadamente el virus del sida a más de 400 niños libios.

"Libia afrontó su responsabilidad y conmutó la pena de muerte a cadena perpetua al equipo de enfermeras búlgaras, y respondió a la petición de “mi amigo (el presidente francés, Nicolas) Sarkozi” y por Francia aceptamos que los condenados por cometer asesinato masivo cumplieran la pena de prisión en su país". Sin embargo, ha agregado que "el mundo se vio sorprendido cuando ese equipo médico condenado por un crimen brutal fue indultado antes de que llegara al aeropuerto de Bulgaria, y el presidente búlgaro los recibió como héroes porque mataron a 400 niños libios inocentes inyectándoles el virus
del sida".

"Luego, lamentablemente, el Parlamento Europeo recibió a ese equipo médico
de pie y con aplausos porque son héroes. ¿Por qué no escuchamos protestas contra la absolución de ese equipo médico?". Para Khadaffi, la reacción europea era una clara muestra de una política de doble rasero, soberbia, y de menosprecio a otros pueblos y a sus sentimientos” (EFE).

Pero la verdad es que con la liberación de Al Meqrahi, se liberan los obstáculos que impedían desarrollar los proyectos de gas de la British Petroleum (BP) en Libia, que ascienden en una primera etapa de inversión a unos 1.000 millones de dólares. Tony Blair visitó Trípoli en 2007 en labores de lobby y hace dos semanas Lord Mandelson, Primer Secretario de Estado y Ministro de Empresas, se reunió con Seif al-Islam, el hijo de Kadhaffi educado en Inglaterra y acostumbrado a codearse con la nobleza inglesa, incluyendo al Príncipe Andrés, para tratar dos temas de interés común: la liberación al- Meqrahi y los proyectos de British Petroleum, así como los de otras dos grandes corporaciones inglesas, Shell y BG Group.

Solamente unas pocas voces han levantado su protesta ante esta nueva manifestación de la realpolitik del gobierno inglés y otros gobiernos que negocian sus valores éticos y soberanía a cambio de jugosos contratos, convirtiéndose en vasallos de las megacorporaciones que dominan la economía mundial. Muchas de estas transnacionales no obedecen a Estados, ni tienen límites geográficos, ni soberanías, ni parlamentos, ni contralorías.

Todo lo contrario, dominan gobiernos, cortes de justicia y parlamentos a su
antojo. Pero estas transnacionales petroleras británicas no son las únicas que tienen intereses en Libia. Analistas del mercado mundial del petróleo especulan que se podría esta implementando un agresivo programa de infraestructura en Libia con empresas como Exxon Mobil, Chevron Texaco, entre otras, que han comenzado a negociar espacios para la prospección y explotación del petróleo y el gas libio. Esta apertura coincide con las visitas que hiciera Jimmy Carter a Libia.

Un hermano del ex-presidente es asesor económico del gobierno de Trípoli.
El affaire de las enfermeras mencionado cáusticamente por Khadaffi y el cual occidente nunca aclaró lo suficiente, fue uno de los pretextos dentro de los manejos realizados a muy alto nivel por Francia para la venta y colocación de plantas nucleares y armamento sofisticado requerido por Khadaffi a cambio del gesto de liberar a esas rehenes. Entre Francia y Libia se han firmado una decena de acuerdos y contratos en este sentido para la venta de 21 Airbus, 35 helicópteros, 14 aviones de combate Ráfaga, 6 buques de guerra, vehículos blindados, radares de defensa antiaérea, uno o más reactores nucleares.

El coronel Kadhafi anunció contratos por más de 10 mil millones de euros.
"El mundo se divide en tres categorías de personas: un muy pequeño numero que produce acontecimientos, un grupo un poco más grande que asegura la ejecución y mira como acontecen, y por fin una amplia mayoría que no sabe nunca lo que ha ocurrido en realidad". Esta frase tan acertada la pronunció Nicholas Murray Butler, Présidente de la Pilgrim Society y miembro del Council on Foreign Relations.

Quizás por eso, Philippe Val, el polémico director del semanario francés Charlie Hebdo, en su artículo del 1º de agosto de 2007, titulado: “Francia: el duty-freee preferido de Khadaffi”, hace referencia al cambio de actitud de Francia hacia Libia, así como la mediación para ese entonces de Cecilia Sarcozy ante el coronel Kadhaffi en el escabroso caso de las enfermeras. Ese editorial alimenta otras interrogantes sin respuestas que Val calificó como un “canje de rehenes por dinero y armas para un terrorista”.

De allí que Val se pregunte dónde ha ido a parar la ética y “el por qué a Bin Laden se le busca vivo o muerto, mientras a Kadhaffi le estrechan la mano, lo visitan y se fotografían junto a él, los representantes de países como Inglaterra y Francia, que fueron blanco de sus acciones terroristas. La respuesta es muy simple, él es un Jefe de Estado mientras Bin Laden es jefe de un grupo terrorista.

Ser rey, dictador o presidente de un país, es pertenecer a un club privilegiado que ofrece un trato y una protección especial. Porque algunos Jefes de Estado son singulares, simpáticos, negocian, administran las riquezas de sus países, roban, asesinan, aterrorizan, pero son jefes de Estado. Como lo demuestran los negocios promovidos y asistidos por las grandes transnacionales. Bin
Laden no es un “Jefe de Estado”, aunque “ellos” podrían llegar a negociar con él cualquier cosa de estar en juego los intereses económicos o financieros de las transnacionales que los mantienen en el poder”.

En Charlie Hebdo, Val presentó a Cécilia Sarkozy como una agente de la
megacorporación francesa de defensa Dassault para el mercadeo de los nuevos aviones de ataque Rafale (Ráfaga). En ese mismo número se destaca una caricatura de Cecilia, que hace referencia al supuesto encuentro que sostuviera quien para ese entonces era la primera dama de Francia con el Presidente de Venezuela Hugo Chávez.

Recordemos que Sarcozy se encontraba en esos días manejando los hilos de una complicada trama diplomática para que Chávez fuera el mediador con las FARC en ese delicado tour de force para lograr la liberación la colombiana-francesa Ingrid Betancourt.

En su habitual estilo, el semanario catalogó el supuesto encuentro como una “reunión Tupperware”, al estilo de los agentes de venta de esta conocida marca de utensilios de cocina, ya que “en este caso se trataba de intercambiar secuestrados por aviones de guerra Ráfaga y otros armamentos sofisticados para Chávez”.

No es de extrañar que esta situación haya sucedido y que haya pasado desapercibida ya que Chávez, desde que asumió el poder, ha sido un peón de las transnacionales de armas, en especial las corporaciones rusas, bielorusas y chinas. Ha vendido las reservas de petróleo y la soberanía de la Faja del Orinoco a corporaciones provenientes de países como Cuba, Irán, Malasia, Bielorrusia, Rusia, Noruega, Francia, India, EEUU, Brasil, Portugal, Vietnam, China, España, Ecuador, Chile, Argentina, Uruguay y el Reino Unido.

Algunas de estas corporaciones han causado desastres ecológicos en sus propios países. Las principales obras de infraestructura de Venezuela están siendo desarrolladas por empresas extranjeras. Los capitales internacionales cuentan con la presencia de más de 200 corporaciones provenientes de las principales potencias y sus aliados locales, una verdadera rebatiña.

Las megacorporaciones son poderosísimas economías paralelas, capaces de poner, mantener, corromper o quitar a su antojo presidentes, parlamentarios o si se da el caso, provocar guerras o invasiones. De allí que, “las democracias y las megacorporaciones se excluyen mutuamente”. Esta afirmación la hizo en 1998 Robert B. Reich, ex- Secretario del Trabajo y profesor de Economía en la Universidad de Brandeis. Para muestra un botón dice Reich: “Mas de medio billón de dólares para las campañas presidenciales en los Estados Unidos provienen de corporaciones y de Wall Street”.

Agregando que de esa manera, la democracia, que requiere de representantes que condenen las conductas irresponsables de las corporaciones en todos los ámbitos, desde los crímenes ambientales, pasando por el armamentismo hasta los desastres ecológicos y biotecnológicos, dependen en parte de ellas.

Un gobierno que se autodenomina de izquierda progresista o socialista democrático como el de Lula Da Silva, ha permitido la deforestación por parte de corporaciones multinacionales madereras y mineras, de cientos de miles de hectáreas de selva amazónica brasileña.

Como un capítulo de esta devastación, sólo en la región de Mato Grosso, cerca de mil millas cuadradas de selva tropical fueron arrasadas en cinco meses, según informe del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil. La idea del gobierno brasileño es la de reducir la selva amazónica al 50% de su tamaño, para beneficio de las corporaciones madereras, petroleras, mineras y de biocombustibles, sin importarle la destrucción de la biosfera, el calentamiento global del planeta, la desaparición de miles de especies animales y de plantas, así como la extinción de etnias que son los reservorios de la sabiduría ancestral de la humanidad.

Con razón, el filósofo francés Bernard-Henri Levy afirma cáusticamente sobre algunos gobiernos de izquierda latinoamericanos: "La izquierda está enferma de derechismo, la izquierda está fascinada por una nueva tentación totalitaria”.

Rusell Mokhiber y Robert Weissman en su libro “Corporate Predators” afirman que las corporaciones multinacionales son más poderosas que las democracias. Cincuenta de las cien más grandes economías del mundo son corporaciones, no son países.

Promovidas y protegidas diplomáticamente por las potencias mundiales y como una forma de neocolonialismo, la más poderosa institución de nuestro tiempo, la corporación multinacional armada con la espada del neodarwinismo financiero lo domina todo, no sólo la economía global, sino la política de las naciones, tiene el poder de comprarlo todo y a todos, produciendo Frankensteins a su servicio como Khadaffi en Libia, Lula en Brasil y Chávez en Venezuela, sustentando su poder a toda costa, para manejar y repartirse sus megaganancias.

En el caso de Chávez, en diez años lo han convertido en un Khadaffi tropical, sin importales sus alianzas con Cuba, Iran y un conjunto de organizaciones terroristas. A las megacorporaciones les tiene sin cuidado la destrucción de la naturaleza, la demolición de las democracias o los derechos humanos de los ciudadanos de los países que explotan junto a sus socios locales.

edgar.cherubini@gmail.com

En: http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/1153579.asp
Democracias vs megacorporaciones
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Que vergüenza! Mas bajo no se puede caer


¡Que vergüenza! Mas bajo no se puede caer.15/9/2009



El bochornoso gobierno español
Por George Chaya

Falta de visión estratégica, codicia e ineptitud
El señor Zapatero desperdició una excelente oportunidad para demostrar su compromiso con los derechos humanos y los derechos ciudadanos que su administración tanto declama. Pero ello no debe sorprender; el jefe de gobierno español ya demostró su desinterés en reiteradas oportunidades ante el drama que viven los disidentes cubanos y no tiene la menor idea que la voz de España esta llamada a liderar (por historia) la defensa de la libertad y la democracia en América Latina.

Cuesta entender como la Unión Europea, que dispone de herramientas jurídicas que sindican como antidemocráticos y terroristas a muchos de los amigos del presidente Chávez deje pasar la recepción que le fuera ofrendada al dictador venezolano el 11 de septiembre en Madrid donde este demagogo, que encabeza un gobierno dictatorial y violador de los mas elementales derechos humanos desde mas de un decenio, fue recibido por Zapatero con altos honores.

¿Cómo es posible que un país democrático como España reciba a un dictador? Esta es la pregunta que se efectúan miles de españoles y no pocos venezolanos demócratas. Frente a circunstancias como las mencionadas, que no es más que un ejemplo de las tantas atrocidades del régimen chavista es difícil entender que haya españoles que le rindan tributo al golpista y represor caribeño. No menos difícil resulta comprender el motivo por el cual organizaciones de derechos humanos y empresarios le dispensan honores a Chávez, como si en Venezuela se respetaran los derechos humanos y la libertad de empresa, como si allí no hubiera persecuciones sobre numerosos opositores al régimen y las peores vejaciones sean ejecutadas sobre quienes no acuerdan con “la robo-lución castro-chavista-yihadista”.

Sorprende que ninguna de las autoridades del gobierno español y la democrática comunidad europea haya cuestionado públicamente las violaciones a las libertades individuales que a diario se suceden en Venezuela. Por el contrario, el silencio manifestado puede considerarse como un implícito respaldo a las tropelías del “Führer Sudamericano” ya no solo contra los ciudadanos de su propio país, sino con las presiones fiscales y la asfixia a los capitales y las inversiones españolas en la tierra de Bolívar. Así mismo, se ignoro completamente que la razón por la cual Chávez se afianzo en el poder es por que vació de todo contenido las instituciones democráticas y viola sistemáticamente los derechos fundamentales de los venezolanos desde hace más de una década, manteniéndose en el poder precisamente por la falta de condena a su régimen por parte de “las naciones libres”.

Si la política exterior de España ante Venezuela fuera una fotografía, esta podría resumirse “en los abrazos por igual del dictador Chávez a empresarios franquistas y al presidente de gobierno Zapatero ante la mirada satisfecha del canciller Miguel Ángel Moratinos”. El mundo observo un Chávez visiblemente relajado que se definió como demócrata y revolucionario en la medida en que lo necesita su pueblo y aseguró que su régimen es “completamente democrático”, que reparte la riqueza del petróleo "salvo entre los opositores favorables al imperialismo" y desde luego, negó cualquier acto de corrupción o atropello a los derechos humanos, asevero que en Venezuela no se tortura “prácticamente" a nadie y puso mucho énfasis en que "no entiende" por qué las empresas españolas no están más presentes.

Lo cierto es que el pueblo de Venezuela, al igual que el cubano, simboliza la heroica resistencia al fósil residual del totalitarismo comunista desaparecido con el infame muro de Berlín y son ellos los que libran la última gran batalla de la Guerra Fría en el siglo XXI. España, debería ayudar a que esa batalla por la libertad y la democracia la ganen ambos pueblos y no brindar honores a un dictador desquiciado como Chávez luego de su periplo por capitales como Trípoli, Damasco y Teherán que no son más que cuevas de regimenes opresores y antidemocráticos.

Lamentablemente, el señor Zapatero desperdició una excelente oportunidad para demostrar su compromiso con los derechos humanos y los derechos ciudadanos que su administración tanto declama. Pero ello no debe sorprender; el jefe de gobierno español ya demostró su desinterés en reiteradas oportunidades ante el drama que viven los disidentes cubanos y no tiene la menor idea que la voz de España esta llamada a liderar (por historia) la defensa de la libertad y la democracia en América Latina. De allí que no hubo reclamos serios y responsables al dictador venezolano para que respete las libertades propias de un sistema democrático en su país.

La visita de Chávez, en síntesis, sólo dejó interrogantes sin respuestas y profundas dudas sobre la verdadera vocación democrática de quienes lo invitaron y le rindieron honores más que inmerecidos. Pero también pone de manifiesto que España necesita recomponer una política Iberoamericana verdaderamente española. Ésta es una faceta más de esa urgente recuperación del rumbo de España en una política exterior seria y responsable. De aquella España que durante la administración del presidente José Maria Aznar fue pujante, responsable y abierta, llevando concordia y multilateralidad positiva hacia América Latina.

Sólo cabe esperar que las naciones democráticas de la Unión Europea no repitan el error del gobierno del PSOE. La visita del fascista tropero a España ha sido una vergüenza internacional (estéril e innecesaria) a la que Zapatero sometió a su país y sus conciudadanos, un hecho más de la extensa cadena de errores de su administración que quedara registrado y potenciado en la historia “nada menos que un día 09-11”.

En el pasado, España ha sido un ejemplo vivo de resistencia frente al totalitarismo y las injusticias: Don Pelayo; Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, Lepanto y las Navas de Tolosa forman parte de su rica historia. Los españoles se sacrificaron durante años para preservar y mantener viva su libertad. España ha sido la salvaguarda de Occidente en no pocas incursiones totalitarias desde tiempos inmemoriales. ¿Qué sucede hoy? Pues todo lo contrario, y ello por políticas carentes de estrategia que seguramente los ciudadanos españoles habrán de cobrar a este gobierno en el futuro y al momento de votar.

Pero la falta de decoro no acaba con la visita de Chávez. Si de recibir dictadores se trata, unas horas después, visito Madrid otro “demócrata latinoamericano”, el presidente boliviano, Evo Morales -discípulo de Chávez y saqueador de empresas españolas- y el próximo invitado del PSOE será el presidente libanés, Michel Sleiman, un oscuro general, que alguna vez fue un buen militar antes de su presente como marioneta siria-iraní, y porque no, dada su investidura, participe responsable de que la aerolínea de bandera -Iberia- haya dejado de volar la ruta Madrid-Beirut desde hace dos años ante los constantes acosos que padecía y por lo decidió cerrar sus oficinas en Líbano para no continuar pagando protección e “impuestos revolucionarios” que le aplicaban los integristas locales, para evitar que alguno de sus aviones padezca un “accidente por algún desperfecto técnico”. Esa es la verdad de porque se marcho Iberia del Líbano según la información que me brindo mi fuente -un oficial- del comando de inteligencia del ejercito libanés, del que Sleiman es su comandante en jefe, aunque la versión (económica y políticamente correcta) de la empresa haya sido la escasa rentabilidad de esa ruta.

Ante tantos dislates, huelgan comentarios sobre la dirección y el destino de la política exterior del gobierno del señor Zapatero y su canciller Miguel Ángel Moratinos. Cuando lo que se recibe y a lo que se brinda honores es, en definitiva, a la filosofía del fracaso, al credo de los violentos, a la prédica de la envidia y a la distribución de la miseria en forma igualitaria para sus pueblos.

Los lectores interesados pueden visitar el sitio web original en esta direccion:
www.georgechaya.org
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¡Adiós, homo economicus!



¡Adiós, homo economicus!

Anatole Kaletsky
Real World Economics Review
Traducido del inglés por Germán Leyens


¿Fue economista Adam Smith? ¿Lo fueron Keynes, Ricardo o Schumpeter? Según los estándares de los actuales economistas académicos, la respuesta es no. Smith, Ricardo y Keynes no produjeron modelos matemáticos. Su labor carecía del “rigor analítico” y de la precisa lógica deductiva exigida por las ciencias económicas modernas. Y ninguno de ellos produjo alguna vez un pronóstico econométrico (aunque Keynes y Schumpeter fueron capaces matemáticos). Si alguno de esos gigantes de la economía hiciera una aplicación para un puesto universitario en nuestros días, sería rechazado. En cuanto a su trabajo escrito, no tendría posibilidad alguna de ser aceptado en Economic Journal o American Economic Review. Los editores, si se sintieran caritativos, aconsejarían a Smith y Keynes que probaran en una revista de historia o sociología.

Si alguien piensa que exagero, que se pregunte qué papel han jugado los economistas académicos en la actual crisis. De acuerdo, unos pocos economistas de la tendencia dominante con antecedentes prácticos –como Paul Krugman y Larry Summers en EEUU– han contribuido a explicar la crisis al público y a conformar parte de la reacción. Pero, en general, ¿cuántos economistas académicos han tenido algo útil que decir sobre la mayor conmoción en 70 años? La verdad es aún peor de lo que sugiere esta pregunta retórica: no sólo los economistas, como profesión, no han guiado al mundo para que salga de la crisis, también fueron primordialmente responsables de habernos llevado hacia ella.

Cuando digo “economistas” en este contexto no quiero decir los presentadores y comentaristas (y me incluyo) empleados por los medios y las instituciones financieras para explicar las dificultades crediticias, el colapso de los precios de las casas, el aumento del desempleo o los movimientos monetarios y de los mercados bursátiles, en general bastante tiempo después del hecho. Tampoco quiero decir los pronosticadores, cuyos modelos informáticos producen como salchichas números de apariencia científica sobre el futuro crecimiento o la inflación, cifras que tienen que ser revisadas de un modo tan drástico cada vez que sucede algo “inesperado” (como siempre sucede) que en realidad no son en nada predicciones, sino más bien descripciones de eventos recientes. Un estudio del FMI de 72 recesiones en 63 países estableció, por ejemplo, que en sólo cuatro de esos casos los pronosticadores económicos predijeron una recesión tres meses o más antes de que ocurriera. Los pronosticadores y expertos económicos no pueden predecir el futuro, por las mismas razones que los meteorólogos no pueden predecir el tiempo; la economía mundial es demasiado compleja y demasiado susceptible a choques aleatorios como para que pronósticos numéricos precisos tengan algún sentido real.

Esto no significa que las ciencias económicas sean inútiles, de la misma manera que los pronósticos poco fiables del tiempo no debieran llevarnos a ignorar las leyes del movimiento de Newton, en las que se basan. Pero las ciencias económicas deberían reconocer que, como disciplina, no pueden tener que ver con predicciones, sino más bien con la explicación y la descripción. Smith, Ricardo y Schumpeter explicaron por qué las economías de mercado funcionan en general sorprendentemente bien, a menudo desafiando las expectativas del sentido común. Otros han explicado por qué las economías capitalistas pueden fracasar terriblemente y lo que hay que hacer en ese caso. Fue la misión de Keynes, Milton Friedman, Walter Bagehot y, a su manera, Karl Marx. Y los economistas que nos metieron en este lío se consideraban como los autoproclamados sucesores de esos grandes teóricos. Muchos de ellos son los académicos que obtienen premios Nobel, o sueñan con obtenerlos, y quienes se consideran como intelectualmente superiores a los aprendices que trabajan para bancos y gobiernos, poco importa la gente común populista cuyas divagaciones aparecen en las columnas de los periódicos o en la televisión.

Por lo tanto, los economistas académicos han escapado hasta ahora de gran parte de la culpa por la crisis. El enojo público se ha concentrado en culpables más obvios: banqueros codiciosos, políticos venales, reguladores adormecidos o prestatarios de hipotecas imprudentes. ¿Pero por qué se portaron esos chivos expiatorios tal como lo hicieron? Incluso los banqueros más codiciosos odian perder dinero, ¿por qué entonces tomaron riesgos que en retrospectiva eran obviamente suicidas? La respuesta fue magníficamente expresada por Keynes hace 70 años: “Los hombres prácticos, que se creen libres de toda influencia intelectual, son usualmente esclavos de algún economista difunto. Los dementes en la autoridad, que oyen voces en el aire, destilan su frenesí de algún escritorzuelo académico de unos pocos años antes”.

Lo que los “dementes en la autoridad” escucharon esta vez fue el eco distante de un debate entre economistas académicos iniciado en los años setenta sobre inversionistas “racionales” y mercados “eficientes.” Ese debate comenzó ante el trasfondo del choque del petróleo y de la estanflación y fue, en su época, un paso adelante en nuestro entendimiento del control de la inflación. Pero, en última instancia, fue un debate ganado por el lado que, casualmente, estaba equivocado. Y sobre esos dos adjetivos reconfortantes, racional y eficiente, los economistas académicos victoriosos erigieron un inmenso andamio de modelos teóricos, prescripciones reguladoras y simulaciones de computador que permitieron que banqueros y políticos prácticos construyeran las torres de la mala deuda y de la mala política.

Se reconoció siempre, claro está, que las economías pueden no satisfacer las condiciones para mercados “perfectamente eficientes”; hay frecuentemente “fallas de los mercados” por falta de competencia, revelación dispareja de la información, distorsiones tributarias, etc. Pero el énfasis en la falla del mercado por parte de políticos, especialmente Gordon Brown, quien quería justificar la intervención gubernamental, fue en sí un testimonio de fe en expectativas racionales y mercados eficientes. Porque la evidencia explícita de la falla del mercado, sea en la forma de colusión anti-competitiva, información falsa o alguna otra distorsión, llegó a verse como una condición previa necesaria para cualquier interferencia con las fuerzas del mercado. Ante la ausencia de una tal evidencia explícita de la falla del mercado se consideró como axiomático que los mercados competitivos producirían resultados racionales y eficientes. Es un punto mencionado por primera vez por John Kay en “The Failure of Market Failure,” (Prospect, agosto de 2007) y detallado por Will Hutton y Philippe Schneider en un ensayo en 2008 para National Endowment for Science Technology and the Arts.

Lo que nos lleva a las causas de la actual crisis. Los imprudentes préstamos inmobiliarios que provocaron esta crisis sólo ocurrieron porque inversionistas racionales asumieron que la probabilidad de una caída en los precios de las casas era casi nula. Entonces, mercados eficientes convirtieron esas suposiciones en señales de precio, que dijeron a los banqueros que prestar hipotecas por 100 por ciento u operar con un apalancamiento de 50 a 1 era seguro. Del mismo modo, reguladores que permitieron que los bancos determinaran sus propios requerimientos de capital y que las agencias privadas de calificación establecieron el valor en riesgo de hipotecas y bonos, consideraron axiomático que los mercados generarían automáticamente la mejor información posible y crearían los incentivos adecuados para los riesgos de administración.

Igualmente perniciosos fueron los nuevos métodos de contabilidad de “ajuste a valor de mercado” que exageraron ampliamente el boom. Permitieron que los bancos declararan beneficios en aumento permanente y que pagaran a los operadores inmensas bonificaciones, no por beneficios realmente obtenidos por la venta de activos valorizados, sino por beneficios en el papel que asumían que el Banco A podría vender sus activos en cantidades ilimitadas al último precio recientemente obtenido por el Banco B. Por cierto, cuando la manada de bancos que habían sido previamente compradores de hipotecas y otros activos dudosos se dieron vuelta repentinamente y se convirtieron en vendedores, los beneficios en el papel creados por la contabilidad de “ajuste a valor de mercado” repentinamente desaparecieron, pero las bonificaciones y dividendos que se pagaron en dinero real, sobre la base de esos beneficios ilusorios, no pudieron ser fácilmente revertidos. Hoy en día la misma contabilidad de Alicia en el País de las Maravillas funciona en la dirección opuesta, exagerando el colapso al obligar a todos los bancos a declarar inmensas pérdidas sobre la base de precios al nivel de liquidación por incendio, que no tienen relación con los verdaderos valores económicos de los activos involucrados.

Un evento final que convirtió la crisis en un desastre el año pasado fue la subida vertiginosa de los precios del petróleo y de las materias primas. Esto también tuvo que ver con la fe en mercados racionales y eficientes. La repentina escalada en los precios del petróleo y de los alimentos a comienzos de 2008 fue obviamente un pánico especulativo, pero los gobiernos de todo el mundo se negaron a aceptarlo por su suposición de que el mercado nunca se equivoca. En lugar de introducir una regulación más ajustada del mercado para controlar los precios del petróleo y los alimentos, los gobiernos y bancos centrales dieron por hecho que la especulación con los productos básicos reflejaba los riesgos de inflación y reaccionaron retardando las reducciones en tasas de interés.

El escándalo de las ciencias económicas modernas es que esas dos teorías falsas –las hipótesis de expectativas racionales y la hipótesis del mercado eficiente– quE no sólo son engañosas, sino altamente ideológicas, se han hecho tan dominantes en el mundo académico (especialmente en las escuelas de administración), en el gobierno y en los propios mercados. Aunque ninguna de las dos teorías dominaba totalmente en los departamentos de economía dominantes, ambas estaban en cada libro de texto importante, y ambas formaron parte importante de la ortodoxia “neo-keynesiana”, que fue el resultado final de las convulsiones que siguieron al intento de Milton Friedman de derrocar a Keynes. El resultado es que esas dos teorías incluso tienen más poder del que imaginan sus adherentes: sí, apuntalan el pensamiento de los extremos más aventurados de la escuela de Chicago, y también, de un modo más sutil, apuntalan el análisis de economistas sensatos como Paul Samuelson.

La hipótesis de expectativas racionales (REH) desarrollada por dos economistas de Chicago, Robert Lucas y Thomas Sargent en los años setenta, afirmó que una economía de mercado debe ser considerada como un sistema mecánico que es gobernado, como un sistema físico, por leyes económicas claramente definidas que son inmutables y universalmente entendidas. A pesar de su obvia improbabilidad y de los persistentes ataques en su contra, especialmente de la izquierda, la REH ha seguido siendo considerada por universidades y organismos de financiamiento como el fundamento más aceptable para una investigación académica seria. En su reciente libro “Imperfect Knowledge Economics,” dos profesores estadounidenses: Roman Frydman y Michael Goldberg, se quejan de que “todos los graduados de economía – y cada vez más también los estudiantes– aprenden que para capturar la conducta racional de un modo científico deben utilizar la REH.” En Gran Bretaña también la ortodoxia REH ha seguido siendo mucho más poderosa de lo que a menudo se comprende. Como ha señalado David Hendry, hasta hace poco jefe del departamento de ciencias económicas de Oxford: “Los economistas críticos hacia el enfoque basado en expectativas racionales han tenido grandes dificultades incluso para publicar esos puntos de vista, o para mantener el financiamiento de su investigación. Por ejemplo, recientes intentos de obtener fondos del ESRC [Consejo de Investigación Económica y Social] para un proyecto para probar las fallas en modelos basados en expectativas racionales han fallado. Creo que algunas de las fallas de la política británica se han debido a que el Bank of England ha aceptado las implicaciones [de modelos de la REH] y por ello le ha tomado cerca de un año de más para reaccionar a la crisis crediticia.”

¿Por qué esa teoría abstracta llegó a ser tan poderosa y por qué su influencia sigue siendo tan dañina? La respuesta yace en la interacción de las ciencias económicas y de la ideología política. La REH fue desarrollada originalmente por los discípulos en Chicago de Milton Friedman como una consumación y afianzamiento de la contrarrevolución contra la economía keynesiana. La REH postuló un mundo en el cual las políticas keynesianas nunca podrían funcionar porque cada cual había llegado a creer la doctrina monetarista de que los gastos gubernamentales terminarían por generar inflación, y porque todos lo creyeron, siguieron sus expectativas racionales aumentando inmediatamente precios y salarios, imposibilitando al hacerlo incluso un aumento pasajero en los puestos de trabajo.

Aunque nunca ha habido alguna evidencia empírica de la REH, la teoría cautivó las ciencias económicas académicas por dos motivos. Primero, la asunción de leyes claramente definidas y de expectativas idénticas era fácilmente traducida en simples modelos matemáticos, y esa conveniencia matemática pronto llegó a ser considerada como un objetivo académico más importante que la correspondencia con la realidad o el poder predictivo. Modelos basados en expectativas racionales, en la medida en que pudieron ser confrontados con la realidad, usualmente fallaron en los test estadísticos. Pero esto no fue un disuasivo en la profesión económica. En otras palabras, si la teoría no se ajusta a los hechos, ignora los hechos. ¿Cómo pudo el mundo haber permitido que semejantes actitudes insensatamente anticientíficas dominaran una seria disciplina académica, especialmente si es tan importante para la sociedad como la economía?

La respuesta reside, irónicamente, en el hecho de que la economía tiene tanta importancia política: el segundo gran mérito de las expectativas racionales radica en su conclusión ideológica clave, que políticas deliberadas de estímulo macroeconómico por gobiernos y bancos centrales nunca podrían reducir el desempleo y sólo exacerbarían la inflación. Que el activismo gubernamental estaba condenado al fracaso era exactamente lo que querían oír políticos, banqueros centrales y dirigentes empresariales de los períodos de Thatcher y Reagan. Por lo tanto fue rápidamente establecida como la doctrina oficial de los establishment políticos y económicos en EEUU. y desde esa poderosa posición pudo conquistar todo el mundo académico.

Para empeorar las cosas, las expectativas racionales se fusionaron gradualmente con la teoría relacionada de los mercados financieros “eficientes”. Ésta fue ganando terreno en los años setenta por motivos similares –una combinación atractiva de docilidad matemática e ideológica. Ésta fue la hipótesis del mercado eficiente (EMH). Desarrollada por otro grupo de académicos influenciados por Chicago, todos los cuales recibieron premios Nobel precisamente cuando sus teorías se desintegraban. La EMH, como las expectativas racionales, suponía que existía un modelo bien definido de conducta económica y que los inversionistas racionales la seguirían todos; pero agregaba otro paso. En la versión fuerte de la teoría, los mercados financieros, porque estaban poblados por una multitud de protagonistas racionales y competitivos, siempre fijarían precios que reflejaban toda la información disponible del modo más exacto posible. Porque el precio de mercado siempre reflejaría el conocimiento más perfecto a la disposición de cualquier individuo, ningún inversionista podría “derrotar al mercado” –menos todavía podría esperar algún día un regulador mejorar las señales del mercado mediante la sustitución de su propio criterio. Pero si los precios reflejaban perfectamente toda la información, ¿por qué fluctuaban constantemente esos precios y qué significaban esos movimientos? La EMH cortaba ese nudo gordiano con una simple suposición: los movimientos del mercado con fluctuaciones aleatorias sin significado, equivalentes a echar una moneda o a la “marcha aleatoria” de un marinero borracho.

Ese punto de vista que suena a anárquico era realmente muy reconfortante. Si los movimientos de mercado eran realmente como jugar a cara o cruz, podrían ser totalmente irregulares a corto plazo, pero muy predecibles en períodos más largos, como los ingresos de un casino. Específicamente, se podría decir que las analogías de jugar a cara o cruz o de la marcha aleatoria implican los que los estadísticos llaman una distribución “normal” o gaussiana. Y la matemática de las distribuciones gaussianas (más lo que es llamada “ley de los números grandes”) revela que la probabilidad de que ocurran perturbaciones catastróficas es extremadamente baja. Por ejemplo, si las fluctuaciones diarias en Wall Street siguen una distribución normal, es posible “probar” que la probabilidad de movimiento de un día de más de un 25% es aproximadamente una en tres billones. El hecho de que por lo menos cuatro eventos financieros estadísticamente “imposibles” ocurran en sólo 20 años –en los mercados bursátiles en 1987, en los bonos en 1994, en las divisas en 1998 y en los mercados crediticios en 2008– habría significado, según estándares normales, el fin de la EMH. Pero como en el caso de las expectativas racionales, los hechos fueron rechazados mientras la teoría seguía reinando suprema, pero con una cierta recalibración.

¿Por qué florecieron semejantes teorías desacreditadas? En gran parte porque justificaban cualesquiera resultados decretados casualmente por los mercados –ideología de laissez-faire, grandes salarios para los máximos ejecutivos y miles de millones en bonificaciones para los operadores. Y, convenientemente, esas teorías fueron aceptadas como si fueran el patrón oro por economistas académicos que obtuvieron los premios Nobel.

¿Qué hacer entonces? Hay dos opciones: o abandonar la economía como disciplina académica, para convertirse en un simple apéndice de una colección de estadísticas industriales y sociales, o tiene que sufrir una revolución intelectual. Los programas dominantes de investigación deben ser reconocidos como fracasos y en lugar de utilizar suposiciones demasiado simplificadas para crear modelos matemáticos que pretenden llevar a conclusiones numéricas precisas, los economistas deben reabrir su tema a una serie de enfoques especulativos, sacando perspectivas de la historia, la psicología y la sociología y aplicando los métodos de historiadores, politólogos e incluso periodistas, no sólo de matemáticos y estadísticos. Al mismo tiempo, tienen que limitar sus ambiciones a explicar sólo lo que permiten comprender los instrumentos de la economía.

Se han intentado muchos enfoques semejantes –basados en psicología, sociología, ingeniería de control, teoría del caos e incluso análisis freudiano-. La más ampliamente publicitada recientemente ha sido la economía conductual. Popularizada por Robert Shiller, de quien se dice que su libro éxito de ventas, “Irrational Exuberance” predijo la caída de punto.com y la crisis del alto riesgo, la economía conductual, considera un mundo en el cual los inversionistas y los negocios son motivados por una psicología de grupo y por los “espíritus” animales” de Keynes más que por el cálculo cuidadoso de expectativas racionales. Es, sin embargo, el menos radical de los enfoques alternativos, ya que no cuestiona las suposiciones ideológicas de la REH –que los boom, los crash y las recesiones son todos causados por diversos tipos de fallas del mercado y por ello que los fracasos en el capitalismo de laissez-faire podrían evitarse, por lo menos en principio, impedirlos haciendo que los mercados sean aún más “perfectos”. En parte por esta compatibilidad ideológica, las ciencias económicas académicas no han tenido demasiadas dificultades para adoptar el enfoque conductual.

Un mayor desafío a la ortodoxia de las ciencias económicas académicas han sido los métodos que rechazaron el principio de que la conducta económica pueda ser descrita del todo por relaciones matemáticas precisas. Benoit Mandelbrot, uno de los grandes matemáticos del Siglo XX, quien marcó nuevos rumbos en el análisis de sistemas caóticos y complejos, describe en “The (Mis) behaviour of Markets,” cómo los economistas ignoraron 40 años de progreso en el estudio de terremotos, el tiempo, la ecología y otros sistemas complejos, en parte porque las matemáticas no-gaussianas utilizadas para estudiar el caos no ofrecían las respuestas precisas de la EMH. El hecho de que las respuestas suministradas por la EMH eran erróneas no parecía representar un disuasivo para la economía “científica”.

Ejemplos aún más impactantes de la disonancia cognitiva en los intentos académicos de utilizar la matemática como base para la economía “científica” son suministrados por Frydman y Goldberg en “Imperfect Knowledge Economics.” IKE, como los autores llaman su programa de investigación, cuestiona explícitamente la suposición de expectativas racionales de que exista, por lo menos en teoría, un modelo “correcto” de cómo funciona la economía. En su lugar, IKE se basa en la percepción de Keynes y Hayek de que los problemas fundamentales de la macroeconomía derivan todos en última instancia de un hecho inexorable: una economía capitalista es de lejos demasiado compleja para que alguno de sus participantes tenga un conocimiento exacto, especialmente sobre eventos futuros, incluso si los mercados son perfectamente eficientes. Esto significa que negocios e inversionistas operarán de modo bastante racional sobre una amplia variedad de diferentes suposiciones económicas, y lejos de ser irracional, una conducta tan divergente es el ingrediente esencial del capitalismo que hace que funcionen el espíritu empresarial y los mercados financieros. Basándose en el concepto de “reflexibilidad” popularizado por George Soros –que las expectativas del mercado que inicialmente parecen falsas puedan realmente cambiar la realidad y realizarse a sí mismas– IKE discute un mundo en el cual los participantes en el mercado con diferentes puntos de vista sobre las leyes de la economía cambian condiciones macroeconómicas cambiando esos puntos de vista. Al formalizar semejantes percepciones, IKE genera pronósticos “cualitativos” de movimientos monetarios, y esas cifras “borrosas” resultan estar más cerca de los movimientos reales en las tasas de cambio que las predicciones “bien definidas” de modelos de expectativas racionales, que son precisas pero invariablemente de una precisión errónea.

Todos esos enfoques heterodoxos tienen dos características en común, rechazan las ortodoxias ideológicas de expectativas racionales y mercados eficientes y la exigencia metodológica igualmente sofocante de que las percepciones económicas deban ser expresadas en fórmulas matemáticas.

Las ciencias económicas actuales son una disciplina que deberá morir o sufrir un cambio de paradigma, hacerse más tolerante, y más modesta. Debe ampliar sus horizontes para reconocer las percepciones de otras ciencias sociales y estudios históricos y volver a sus raíces. Smith, Keynes, Hayek, Schumpeter y todos los demás economistas verdaderamente grandes se interesaron por la realidad económica. Estudiaron la verdadera conducta humana en mercados realmente existentes. Sus percepciones provinieron del conocimiento histórico, de la intuición psicológica y del entendimiento político. Sus instrumentos analíticos fueron palabras, no la matemática. Persuadieron con elocuencia, no sólo mediante la lógica formal. Se puede ver el motivo por el cual muchos académicos actuales pueden temer un retorno semejante de la economía a sus raíces.

Los establishment académicos luchan enérgicamente por resistir semejantes giros de paradigma, como demostró Thomas Kuhn, el historiador de la ciencia que acuñó la frase en los años sesenta. Un giro semejante no será fácil, a pesar del fracaso obvio de la economía académica. Pero los economistas enfrentan ahora una clara alternativa: abrazar nuevas ideas o devolver su financiamiento público y sus premios Nobel, junto con las bonificaciones bancarias que justificaron e inspiraron.

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1 Este artículo apareció en la edición 157 de Prospect Magazine

Anatole Kaletsky, “Goodbye, homo economicus”, real-world economics review, edición 50, 8 de septiembre de 2009, pp. 151-156,

Fuente: http://www.paecon.net/PAEReview/issue50/Kaletsky50.
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NOTIFICACION OFICIAL A LA SIP



Notificación oficial de Marcel Granier a la SIP

La Fecha es irrelevante. Puede ser en cualquier momento a partir de que el Teniente Coronel Chavez toma el poder para ejercerlo  en Venezuela ( y mas allá) en nombre del Libertador Bolívar y de la Revolución Socialista del Siglo XXI . Sin embargo para mayor fidelidad histórica escribamos que este documento sale a la luz  en el 2009. Dice Granier :



Quiero aprovechar estos momentos que me conceden para hacer una Notificación Oficial. Notificación Oficial que les pido me ayuden a hacer llegar a la mayor cantidad posible de personas, medios de comunicación, Jefes de Estado y organismos internacionales.



Considero necesario, para evitar que a nivel internacional se produzcan en el futuro inútiles sorpresas y extemporáneos sentimientos de culpa, que los venezolanos levantemos nuestra voz mientras queda una oportunidad para hacerlo, y hagamos saber al mundo que el proyecto de hegemonía comunicacional anunciado por el entonces Ministro de Información y Comunicaciones Andrés Izarra y ratificado por el Presidente, está a punto de concretarse.



A partir de ese momento se habrá silenciado toda forma de protesta en Venezuela y se habrá callado y eliminado toda disidencia, toda dirigencia política no autorizada, todo tipo de organización sindical, civil, profesional, popular que pretenda preservar la mas mínima independencia del poder absoluto del régimen.



A partir de ese momento ya no habrá presos políticos, como tenemos ahora en número cada vez más preocupante, sino desaparecidos, como nos enseña la trágica experiencia de Argentina y Chile. Ya no habrá cárceles, sino centros de educación ideológica como en la Unión Soviética y China. Ya no habrá juicios, sino ejecuciones sumarísimas, como nos notificó orgullosamente el dictador Fidel Castro, haciendo referencia a uno de los tantos procesos de eliminación de toda forma de disidencia política, en ese "mar de la felicidad" que se llama Cuba.



Concientes de los planes que tiene este régimen, nosotros los venezolanos podemos aceptar que el señor Zapatero y el rey Juan Carlos, reciban cordialmente al Presidente Chávez con miras a facilitar conspicuos negocios entre la empresa española Repsol y la bolivariana PDVSA. Entendemos y añoramos un Jefe de Gobierno que conciba como propia y prioritaria la función de asegurar más puestos de trabajo para sus ciudadanos.



Lo que no podremos aceptar nunca, y para esto el sentido de esta Notificación Oficial, es que el señor Zapatero diga, dentro de 10, 20 o 30 años: ¡No sabíamos con quién estábamos negociando! ¡Quién lo hubiera sospechado! o un más diplomático: ¡Teníamos alguna sospecha pero había tan poca información!



No señor Zapatero, usted, como el señor Insulza, o la ONU, la OEA, el Presidente Obama y su Secretaria de Estado, o los gobernantes de Francia, Italia o Brasil, están todos oficialmente notificados de que, en Venezuela, han cerrado en un solo día 32 emisoras de radio y se preparan para cerrar 208 mas en la predecible continuación del proceso de eliminación radical de toda libertad de expresión, proceso que se inició el 27 de Mayo de 2007 con el cierre de RCTV y que incluye la amenaza constante y la criminalización continua de cualquier medio que sostenga una línea editorial independiente.



Esta criminalización produce una autocensura que, si no fuera tan grave, daría risa. Globovisión es perseguida, entre otras cosas, por informar sobre un movimiento sísmico, dije sísmico no político, de 5,4 de magnitud en la escala de Richter, ocurrido en meses pasados, movimiento sísmico imposible de ocultar pues fue percibido por la mayoría de la población. A pesar de su indudable independencia informativa, que los protege de cualquier forma de indigna autocensura, esta persecución ocasionó que, hace unos días, en ocasión de otro movimiento sísmico aún mas fuerte, que produjo daños materiales y victimas, la periodista que relataba las noticias en vivo y directo, se encontrara en serias dificultades para informar lo que estaba ocurriendo en ese momento, sin mencionar las palabras temblor, sismo o terremoto. Todos, público y reportera, veíamos y sentíamos los movimientos, pero nadie se atrevía a llamarlos por su nombre, hasta que el organismo oficial decretara oficialmente que había ocurrido un temblor.



Esto es sólo una muestra de lo que pasa en Venezuela. Si las personas y los organismos que acabo de mencionar, quieren seguir escudándose en la zona cómoda que les proporciona la aparente legitimidad del régimen del Teniente Coronel Chávez Frías, y bajo dicha legitimidad pretenden justificar u obviar este cierre masivo de medios, nunca antes visto en país alguno, lamentamos mucho hacérselo mas difícil proporcionándoles evidencias de que en Venezuela, no existe Separación de Poderes, ni Estado de Derecho, así como tampoco se respetan los Derechos Humanos de los venezolanos, y por lo tanto ni el régimen es legítimo ni estamos en Democracia, ni tienen forma de justificar nada. Están negociando, compartiendo y son cómplices de un dictador. Lo que ocurra de ahora en adelante es también responsabilidad de esas personalidades y organismos.



Para mas evidencia deben saber que, días antes al cierre de esas 32 emisoras de radio por parte del Teniente Diosdado Cabello, la Fiscal General Luisa Ortega Díaz, cabeza del Ministerio Publico que según el artículo 285 de la Constitución venezolana tiene la función de garantizar el respeto de los Derechos y Garantías Constitucionales, además de los tratados, convenios y acuerdos internacionales del cual sea parte la Republica en los procesos judiciales, presentó ante la Asamblea nacional, siguiendo instrucciones Públicas y notorias del Presidente de la República, una propuesta legislativa, llamada Ley de Delitos Mediáticos, tal vez el instrumento con mas vocación totalitaria y represiva, jamás formulado en la historia de Latinoamérica.

Al hacerlo no sólo violó la Constitución venezolana sino el principio universal de la teoría de la Separación de los Poderes Públicos que considera que el Ministerio Público “No tiene facultades de iniciativa normativa, más allá de sus funciones internas para la aplicación del derecho, por lo que no es parte de la función legislativa ”.

El hecho de que, ante la protesta unánime de venezolanos de todas las tendencias, este proyecto de Ley no haya sido discutido por la Asamblea Nacional, "por ahora", no disminuye la gravedad del hecho de que La Fiscalía, al seguir públicamente instrucciones del Jefe de Estado, demostró su dependencia y supeditación al mismo, en contra de lo establecido por la Constitución y, al presentar esa ley formulada para reprimir los medios de comunicación, automáticamente se descalifica para actuar objetivamente en cualquier materia que competa a estos.

Como si esto fuera poco, días después la misma Fiscal, tratando de justificar la desmedida represión por parte de las fuerzas del orden Público a estudiantes, trabajadores, profesores, padres y representantes que participaban en una manifestación pacífica en contra de la nueva ley Orgánica de Educación, declaró lo siguiente y cito textualmente: “estas conductas (refiriéndose a las manifestaciones) que están asumiendo algunas personas, esto es Rebelión Civil” y continua: “ leo el articulo 143: serán castigados con presidio de 12 a 24 años los que se alcen públicamente en actitud hostil contra el Gobierno legítimamente constituido”.



Para la Fiscal General de la República, tal como lo refleja su Proyecto de Ley que no ha sido aprobado pero guía evidentemente sus actuaciones, toda manifestación pacífica y toda disidencia son una rebelión civil, negando así el derecho a la protesta consagrado en la Constitución Nacional de Venezuela. Esta es la Fiscal General de la Republica Bolivariana de Venezuela, este es el funcionario que, rigiéndose por el principio de objetividad e imparcialidad en el ejercicio de sus facultades, debería velar únicamente por la correcta aplicación del Derecho y la defensa de la Constitución, con la obligación de investigar con igual celo no sólo los antecedentes que permiten sustentar la persecución y acusación, sino también los antecedentes que permitan apoyar la defensa del imputado.





Pero su actuación no es un caso aislado, en estas mismas manifestaciones, un hoy tristemente célebre Coronel Benavides arengaba a las fuerzas del orden público, a las que se les había impartido la orden ilegal de reprimir violentamente a los manifestantes, ordenándole a un soldado: “Proceda a quitarme a la periodista”, la cual armada de su micrófono, constituía al parecer una seria amenaza para el militar, mientras este hacía proselitismo político, violando así el principio de no beligerancia de la Fuerza Armada establecido en la Constitución y actuando como parte de un órgano represivo ilegal al servicio de una personalidad, un partido y una ideología.

Nada de esto es de extrañar. Todos los días, a pesar de que la mayoría de los venezolanos rechazamos la propuesta de reforma de la Constitución presentada por el Presidente de la República, Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, que pretendía consagrar el socialismo como doctrina única del Estado venezolano, ese funcionario publico que debería actuar como Presidente de todos los venezolanos, en pleno ejercicio de su cargo y no de su militancia política, amenaza públicamente de muerte a la mayoría de los venezolanos al pronunciar el lema “Patria Socialismo o Muerte” y esa amenaza de muerte está dirigida, notoria y públicamente a la mayoría de los venezolanos los cuales rechazamos la reforma constitucional.



Los venezolanos estamos dispuestos a resistir y a oponernos con todas nuestras fuerzas y convicciones democráticas a la implantación de este régimen y lograremos detenerlo. Esa resistencia debería contar con el apoyo de todos los latinoamericanos, puesto que este proyecto totalitario tiene vocación imperialista. Del apoyo del resto del mundo no nos hacemos muchas ilusiones. La experiencia de Cuba, cuando fallezca el Dictador, producirá nuevos y extemporáneos asombros e inútiles golpes de pecho, aun cuándo la represión a la que está sometido el pueblo cubano desde hace mas de 5 décadas, no llame a engaño a nadie. En Cuba la gente está silenciada y la mentira es la verdad oficial, tal como quieren hacer en Venezuela.



Ahora cuando el Teniente Coronel Chávez Frías anuncia vientos de guerra y endeuda a Venezuela en miles de millones de dólares y euros para lanzarse en una loca carrera armamentista, que no presagia nada bueno para América Latina, es oportuno recordar la "advertencia a Occidente" formulada por el escritor y perseguido político Alexander Solzhenitsyn, cuando dio la magnitud de la represión y de las victimas del régimen comunista:

“Puedo dar la cantidad de pérdidas humanas inmediatamente: SESENTA Y SEIS MILLONES DE MUERTOS. Estas son las pérdidas humanas en Rusia como resultado del experimento socialista: SESENTA Y SEIS MILLONES DE PERSONAS.

¿Con la guerra? (preguntó el periodista)

No, sin la guerra, o sea descontando las pérdidas de la Segunda Guerra Mundial. Repito, desde 1917 hasta nuestros días las pérdidas ascienden a SESENTA Y SEIS MILLONES DE SERES HUMANOS”. *

Señoras y señores, este es el modelo que guía los pasos del presidente Chávez, no sólo para Venezuela sino para América Latina. Este proyecto dictatorial de corte militar y comunista necesita callar a los medios para que la represión no tenga límites ni sea conocida, sino dentro de muchos años. Nosotros y ustedes estamos en primera fila. El mundo está oficialmente notificado.



*Alexander Solzhenitsyn, Advertencia a Occidente, p. 254.
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Ha llegado la hora de hacer frente a Chávez

 

Ha llegado la hora de hacer frente a Chávez


Jorge G. Castañeda, ex ministro de Relaciones Exteriores de México (2000-2003), es profesor distinguido mundial de Ciencia Política y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York




CIUDAD DE MÉXICO – A principios de septiembre, las mayores empresas de Colombia asombraron a todo el mundo con su apoyo incondicional al Presidente del país, Álvaro Uribe, en su conflicto cada vez más profundo con Venezuela. Si perdían el enorme mercado de exportación contiguo... pues sería mala suerte, simplemente.

Por primera vez, los exportadores colombianos de casi todo lo que Venezuela compra, desde papel higiénico hasta gasolina, fruta y hortalizas, leche y carne, dieron luz verde a su Presidente para que hiciera frente al Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en lugar de seguir ofreciendo la otra mejilla, como habían estado presionándolo para que lo hiciera en los ocho años transcurridos desde que Uribe ocupó su cargo por primera vez.

Venezuela había pasado a ser una magnífica oportunidad comercial para los exportadores colombianos, pues ya no produce prácticamente nada (exceptuado el petróleo), tiene un tipo de cambio oficial enormemente subvencionado y cuenta con enormes sumas de petrodólares con los que puede comprar todo lo imaginable. Mientras las autoridades de Colombia se veían obligadas a afrontar los frecuentes insultos de Chávez, sus intervenciones en los asuntos internos de Colombia, sus compras de armas en gran escala y sus rabietas diplomáticas, la comunidad comercial obtenía beneficios y presionaba al Gobierno para que llegara a avenencias. Hasta ahora, eso es lo que había hecho el Gobierno.

La vacilación de la comunidad comercial de Colombia ante la necesidad de hacer frente a Chávez podría resultar ser el último obstáculo que quedara y que Uribe, los Estados Unidos y unas cuantas democracias latinoamericanas hubieran de eliminar antes de hacer frente a Chávez. Hace mucho que deberían haberlo hecho.

El teniente coronel venezolano ha brindado repetidas veces refugio, armas, apoyo diplomático y financiación a las guerrillas de las FARC que luchan para derribar al Gobierno de Colombia. Se ha lanzado a hacer compras inmensas de armas a Rusia, Ucrania y Belarús, las más recientes de ellas de tanques, aviones de combate y un submarino. Ha adoptado medidas cada vez más contundentes contra los disidentes, la oposición y las libertades fundamentales de Venezuela, además de expropiar empresas sin la correspondiente compensación.

Al apoyar sistemáticamente a sus aliados en otros países latinoamericanos, desde Bolivia y la Argentina hasta Honduras y El Salvador, además del Perú, Nicaragua, Ecuador y la oposición de México, Chávez ha polarizado todo el continente latinoamericano del mismo modo que su propia sociedad. Además, ha implicado a Venezuela en conflictos mundiales casi en los antípodas, al aliarse con el régimen iraní y volverse uno de sus bastiones.

Ante todo ello, nadie ha intentado aún parar a Chávez. Más aún: el propio Uribe parece sentir la tentación de seguir buscando avenencias. Además de proteger los intereses comerciales colombianos, intenta enmendar la constitución de su país para poder presentarse a las elecciones por tercera vez: lo mismo exactamente que ha hecho Chávez en Venezuela y lo que todos sus aliados en Bolivia, Ecuador, la Argentina (indirectamente) y Nicaragua han intentado conseguir.

Uribe podría aún echarse atrás, si bien se está quedando con muy pocas posibilidades de rehusar la reelección después de todo lo que sus partidarios han hecho para permitirla, pero también podría estar buscando un acuerdo con los EE.UU. que podría propiciar al final la decisión de contener a Chávez. La mayoría de los colombianos desearían que el inmensamente popular Uribe permaneciera en su cargo durante cuatro años más, pero muchos en el extranjero no, ya sea porque su segunda reelección socavaría los argumentos contra otros decididos a perpetuarse en el poder o porque complicaría sus relaciones con Colombia.

El Presidente de los EE.UU., Barack Obama, forma parte de esas dos categorías. No puede criticar la presidencia eterna de Chávez sin dañar a Uribe y, si los críticos estadounidenses retratan a Uribe como un perpetuo violador de los derechos humanos decidido a permanecer en el poder indefinidamente, a Obama le resultará casi imposible conseguir la renovación en el Congreso del Plan Colombia, el programa de contrainsurgencia y lucha contra las drogas lanzado por Bill Clinton en 1999, por no hablar de la ratificación del acuerdo de libre comercio de Colombia con los EE.UU.

A Uribe no le resultaría fácil resistirse a una petición directa por parte de Obama para que se retirara después de dos mandatos. Por esa razón, podría haber una base para un acuerdo: Uribe se ofrece a no volver a presentarse como candidato, si Obama empieza a hacer frente a Chávez como debe hacerse: diplomática, política, ideológicamente y en el tribunal de la opinión mundial y del derecho internacional. Sólo con un respaldo activo de los EE.UU. puede Colombia hacer valer su posición en la Organización de Estados Americanos (donde actualmente perdería), las Naciones Unidas (donde podría ganar) y ante los amigos y aliados de Europa y Asia (donde sin duda tendría todas las de ganar).

La acusación contra Chávez es sólida, si se presenta adecuadamente: como una serie de de repetidas violaciones de compromisos y pactos internos, regionales e internacionales firmados y ratificados por Venezuela. Ya consistan sus violaciones en cerrar cadenas de televisión, encarcelar y exiliar a oponentes, armar a guerrillas en países vecinos, provocar una carrera de armamentos en la región o coquetear con el programa de enriquecimiento nuclear del Irán, se puede demostrarlas y denunciarlas.

Si Colombia y Obama actúan de ese modo, sus aliados potenciales en el resto del hemisferio podrían perder su temor a quedarse solos e indefensos. Países como México, el Perú, Chile tras sus elecciones de diciembre, Costa Rica y la República Dominicana están, todos ellos, preocupados porque, si hacen frente a Chávez, no sólo perderán, en algunos casos, sus dádivas, sino que, además, provocarán su intromisión en la política interna de su país, pero, si Obama demuestra que se toma en serio esa cuestión y se propone aplicar una política de contención, esas naciones probablemente responderían favorablemente.

Dejar que la situación derive hacia una mayor confrontación no es una política sostenible para Colombia, los EE.UU. o el resto de América Latina. Semejante rumbo permitiría a Venezuela elegir el próximo conflicto, con lo que se aplazaría una confrontación hasta que el deterioro de las circunstancias vuelva inevitable y más peligroso el conflicto. Ha llegado el momento de que Obama emule a la comunidad comercial de Colombia y deje de ofrecer la otra mejilla.



Jorge G. Castañeda, ex ministro de Relaciones Exteriores de México (2000-2003), es profesor distinguido mundial de Ciencia Política y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York
Copyright: Project Syndicate, 2009. www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
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La Híbridocracia O las dictaduras del siglo XXl


La Híbridocracia O las Dictaduras del Siglo XXl
Fernando Mires -Catedratico de Ciencia Politica-Universidad de Oldenburg,
Alemania ( con permiso del autor).


Martes, 22 de septiembre de 2009

Cuando fue derrumbado el muro de Berlín, símbolo y materia de la Guerra Fría, muchos pensaron que la democracia como forma política no sólo se había impuesto en Europa, sino que, además, iniciaba un vertiginoso recorrido a lo largo de todo el planeta. Esa fue el tono musical del “fin de la historia” que de acuerdo a la correcta interpretación de la sinfonía hegeliana-marxista, anunciaba un futuro sin grandes contradicciones. En fin, según las versiones sociologistas de autores como Alex Giddens y Ulrich Beck, se trataba de un futuro post-político, lo que en el fondo quería significar: un futuro no político: uno en donde primarían los acuerdos por sobre los desacuerdos, la síntesis por sobre la antítesis, el consenso por sobre la contradicción. Vanas profecías.
El 11 de Septiembre del 2001 los guerreros de Dios venidos desde las montañas de Afganistán demostraron a través de la horrible masacre que la contradicción comunismo- democracia (y no comunismo- capitalismo) era sólo expresión geopolítica de una mucho mayor: la contradicción democracia- barbarie. Contradicción que desde los tiempos del milagro griego ha venido persiguiendo a los habitantes del occidente político. Efectivamente: si alguien se diera a la titánica tarea de escribir la historia universal de la democracia – y no la de la infamia, como J. L. Borges- tendría que llegar a la conclusión de que la democracia es la historia de sus interrupciones, o lo que es casi igual: de sus muchas derrotas.
1. A diferencia de los antidemócratas del pasado que usaron la democracia como caballo de Troya para cumplir tareas antidemocráticas, los actuales enemigos políticos de la democracia necesitan de la democracia para ocultar, en nombre de la misma democracia, a las más astutas dictaduras. Esa instrumentalización de la democracia por sus enemigos es el fenómeno político que aquí denomino como híbridocracia
La híbridocracia es la forma como tienden a presentarse las dictaduras post- modernas.
Como el nombre lo indica, se trata de dictaduras cruzadas con formas democráticas. ¿Por qué hablo de híbridos? He de citar a Wikipedia: “Un híbrido es el organismo vivo animal o vegetal (o político, FM) procedente del cruce de dos organismos de razas, especies o subespecies distintas, o de alguna, o más cualidades diferentes”.
Mas, nunca de los cruces resultan combinaciones perfectas. Raramente un híbrido es mitad y mitad. Los centauros, cruces de caballos y seres humanos de la mitología griega, eran más caballos que humanos. En cambio los faunos, cruces de chivos con humanos, eran más humanos que chivos. La palabra cruce tenemos que entenderla entonces en su sentido literal. En un cruce, lo que es de una especie se acerca, a veces se junta, incluso se confunde con lo que pertenece a la otra especie. Pero también se separa. De tal modo que una híbridocracia, que es el cruce de dos formas de gobierno, no se refiere a la existencia de dos identidades paralelas, sino a un cruce entre dos identidades diferentes.
Híbridos políticos han existido desde hace mucho tiempo. Por ejemplo: las monarquías parlamentarias europeas de los siglos XVlll y XlX. Hoy el híbrido predominante resulta del cruce entre una dictadura con una democracia, lo que no quiere decir que de allí surja una dictadura democrática o una democracia dictatorial (esos son contrasentidos), sino más bien una dictadura que se representa como democracia. Hay, por cierto, democracias con deformaciones dictatoriales: la Italia medial de Berlusconi o la Colombia narco-militar de Uribe, para poner ejemplos. Pero las deformaciones no son necesariamente resultados de un cruce. Se trataría en estos casos de democracias deformadas por la existencia de poderes fácticos paralelos, como son las mafias, las sectas y los organismos represivos, tanto virtuales (mediales) como reales.
Por cierto, las democracias perfectas no existen y es bueno que así sea porque si existieran no existirían las luchas por las democracias y sin éstas no habría democracias. La democracia vive de sus imperfecciones, que es lo mismo decir, de lo que excluye y no de lo que incluye. Las luchas por la democracia pueden ser así entendidas - de acuerdo a la sugerencia de Jaques Rancier- como las luchas de los excluidos para ser incluidos como incluidos y no como excluidos (La Mésentente. Politique et Philosophie, París 1995). En este sentido hay y ha habido dictaduras con aperturas democráticas y hay cada vez más dictaduras híbridas, que son las que combinan elementos dictatoriales con elementos democráticos bajo la hegemonía – la palabra hegemonía es, en este caso, importante- de los primeros. Son las dictaduras que también llamamos híbridocracia. Gobiernos híbridos son por ejemplo los de Irán, Bielorusia, Zimbawe, y en América Latina los ejemplos más claros son los de Nicaragua y Venezuela.
Para seguir con ejemplos: la híbrida morfología del gobierno de Chávez se parece más a la dictadura de Lukaschenko que a la de Fidel Castro. La dictadura cubana en cambio es, si se quiere, tradicional y, en gran medida, conservadora. Dejando las ideologías aparte –pues lo que piensan de sí las dictaduras es lo que menos sirve para analizar un fenómeno histórico- Castro está más cerca de Franco o de Pinochet –ninguno de los dos era híbrido- que de Chávez, quien sí es un perfecto híbrido político.
Fue Leo Trotsky quien para explicar la historia del capitalismo hacía mención al hecho de que éste se encontraba sujeto a un desarrollo desigual y combinado. Con ello quería decir que en las formaciones capitalistas subsisten formas no capitalistas que se representan de modo diferente de un lugar a otro. Lo mismo se podría afirmar de las democracias de nuestro tiempo. En cada democracia moderna subsisten elementos pre-modernos, incluso arcaicos y, por supuesto, no democráticos (la pena de muerte en los EE UU por ejemplo). La diferencia con la idea de Trotsky es que las formas combinadas que se dan en las dictaduras híbridas no corresponden a ningún proceso de desarrollo. Las híbridocracia contemporáneas carecen de un Thelos, lo que quiere decir: no persiguen ningún fin histórico; son un fin en sí. Desde luego, los dictadores híbridos no se cansan de simular una teleología política presentándose como forjadores de una nueva era, la del socialismo del siglo XXl por ejemplo. Pero pasan y pasan los años y del socialismo del siglo XXl no aparece ningún rastro. Lo único que se fortalece y amplía es la estructura híbrida del aparato de dominación dictatorial. El socialismo del siglo XXl es como el Godó de la obra de Ionesco: no llega y nunca llegará. Más aún, Godó, así como el socialismo del siglo XXl, sólo pueden existir bajo la condición de que no lleguen.
2. El aparecimiento creciente de híbridocracia puede ser considerado –paradoja- como un síntoma de la hegemonía mundial de la idea de la democracia.
Hay, evidentemente, un consenso internacional relativo a que la democracia es el modo de gobierno que más se adapta al Standard político mundial. En este caso la democracia ha llegado a ser algo así como un programa compatible a escala internacional: una especie de Microsoft político. Eso no quiere decir que la democracia sea el non plus ultra de las representaciones políticas habidas y por haber. Es simplemente, y repito, la representación que ha llegado a ser hegemónica o, siguiendo las mil veces citada frase de Churchill: “la peor forma de gobierno con excepción de todas las demás”. En otras palabras es, por lo menos para los occidentales, “la menos peor”, atributo que hay que tomar en serio pues ninguna forma política será la mejor de todas para siempre y jamás. En política, y en otras cosas, lo más que podemos alcanzar, dadas las limitaciones propias a la condición humana, será siempre: “lo menos peor”. Y eso ya es mucho.
En fin, la democracia ha llegado a ser en Occidente tan hegemónica como el uso de terno y corbata entre los políticos. Con ello quiero decir, además, que la democracia no sólo es una forma de gobierno sino también una forma de representación pública. Y en la arena internacional no importa tanto que un gobierno sea democrático, sino que lo parezca. Eso es lo que han logrado la mayoría de las híbridocracia de nuestro tiempo. No son democráticas, pero son reconocidas como tales y eso es, al fin, lo único que les importa.
Los gobernantes hibridocráticos son como esos nuevos ricos que se mudan desde un barrio popular a otro más “distinguido”. En el nuevo barrio, a diferencias de lo que ocurría en el anterior, no pueden andar a gritos en la calle, insultar a algún vecino y salir a tomar sol en calzoncillos. Por el contrario, deben conservar las formas. Y mientras no interfieran el orden público, serán aceptados por los nuevos vecinos, aunque todos sepan que apenas cierran la puerta de su casa, insultan a su mujer, patean al perro y escupen en el suelo. Así ocurre con los gobernantes de las híbridocracia actuales. Hacia afuera aparecen como democráticos. Hacia adentro son autocráticos.
¿En dónde reside la carta de representación democrática de las híbridocracia? La respuesta es muy sencilla: en las elecciones, nada más que en las elecciones. Esa es la razón que explica porqué las dictaduras hibridocráticas no sólo son electorales; además, son electoralistas. Muchas veces –sobre todo cuando saben que el triunfo es seguro- los gobernantes de las híbridocracia realizan elecciones fuera de fecha y programa. La elección ha sido así convertida en un medio que sirve para refrendar el poder cada vez que el autócrata lo requiere. Aunque parezca paradoja: las elecciones en las híbridocracia no son hechas para elegir sino para legitimar.
Por cierto, los hibridócratas corren el riesgo de perder una que otra elección. No todos son tan previsores como Lukaschenko o la teocracia persa quienes mandan confeccionar previamente los resultados (siguen así el ejemplo de las “democracias populares” del pasado reciente) e incluso los dan a conocer -como ocurrió en Irán- cuando la votación recién está comenzando. Los más burdos, como es el caso de Ortega, roban los votos, y lo que es peor, a ojos vista, y a quien no le gusta le dan con un bate de baseball en la cabeza. Chávez es más inteligente: si pierde, las vuelve a repetir en una fecha más favorable o, simplemente, desconoce los resultados, destituyendo de sus cargos y persiguiendo a candidatos elegidos hasta convertirlos en presos políticos o exiliados.
En cierto modo las híbridocracia han aprendido la lección impartida por los fascismos europeos. Tanto Hitler como Mussolini se hicieron del poder utilizando medios electorales. Pero la diferencia de las híbridocracia con los fascismos clásicos también es importante. Mientras estos últimos utilizaban las elecciones para hacerse del poder y luego suprimirlas, las híbridocracia no suprimen las elecciones, sólo las pervierten. Después de todo al mundo “democrático” eso no le importa. Lo importante es que se realicen elecciones cada cierto tiempo. Nada más.
Las elecciones son para las híbridocracia los impuestos que deben pagar al mundo democrático para seguir conservando el rango de democráticas. En cierto modo ellas conocen los dos dogmas de la ONU: a) el principio de no intervención (lo que significa que cada gobernante puede hacer las porquerías que estime conveniente en su nación, siempre que no las haga afuera) y b) la legitimación electoral. Las híbridocracia cumplen, por lo general, con ambos requisitos.
Los organismos internacionales, sean la EU, la OEA o la ONU, han terminado por aceptar la idea comunista de la democracia. La democracia, para los comunistas, era la representación de una dictadura de clase y luego era formal y nunca real. Las híbridocracia son, efectivamente, la dominación de una “clase en el poder” (Poulantzas) y han reducido a las democracias a su pura representación formal (electoral). En fin, de acuerdo a la ideología de las híbridocracia, las elecciones han llegado a ser el mero fetiche de la democracia.
3. Las elecciones son el momento más vital de la política democrática, qué duda cabe. Sin elecciones no hay democracia; pero sólo con elecciones, tampoco. Sin una división clara de los poderes públicos, sin que a la oposición le sea plenamente garantizado el derecho a opinar y a reunirse públicamente, sin las garantías para una prensa libre, sin reconocimiento de los resultados electorales, no puede haber democracia, aunque todos los días haya elecciones.
Mas, ¿qué se puede decir en contra de la práctica hibridocrática si una de las naciones más democráticas del mundo, los EE UU, también realiza en los países que invade y ocupa, las prácticas más hibridocráticas que es posible imaginar? Más aún: intentan convencer al mundo que elecciones cómo las que implantan en Irak y Afganistán llevan a la democratización de esas pobres naciones.
¿A quién quieren impresionar los EE UU –me pregunto- con esas tomas televisivas donde tres o cuatro afganos o iraquíes no saben que hacer con el papel que les entregan para que aparezcan en la pantalla haciendo como que votan? ¿A quién quieren seducir con esos candidatos “made in USA”, verdaderos autómatas electorales? ¿Con ese 0,01 % de la población que se atreve a votar, mientras en las calles pavimentadas de cadáveres silban balas y explotan edificios completos? ¿Con ese presidente Karzai cuyo mayor acto de gobierno es aparecer cada cierto tiempo en las fotos, siempre con una capa más colorida y costosa que la anterior? ¿Cómo podrán criticar alguna vez a Chávez y Co., si ellos -representantes de la idea de la democracia ante el mundo- realizan elecciones para legitimar invasiones que a estas alturas no tienen ya ninguna legitimación?
Definitivamente, las invasiones cometidas por los EE UU en Afganistán e Irak han estado plagadas de obscenidades. La obscenidad más grande ocurrió sin duda con las aberraciones sexuales cometidas en las cámaras de tortura de Abrú Grhaib. La segunda es Guantánamo: ese insulto al pensamiento civilizado. La tercera son las elecciones que realizan en las zonas de ocupación. Con esas mascaradas electorales no hacen un favor a nadie. Ni a la democracia, ni a los afganos e iraquíes, y mucho menos, a los EE UU.
4. No las dictaduras clásicas sino las híbridocracia son el peligro que amenaza a las precarias democracias de la región.
Las híbridocracia –esas astucias de la razón histórica, diría Hegel- son las dictaduras del siglo XXl. Más peligrosas son si se tiene en cuenta que gozan de cierta aceptación internacional pues, de una manera u otra, las híbridocracia son dictaduras mediáticas y han logrado convencer a la opinión pública que son de “izquierda” y además, “progresistas”. Aún después de diez años hay muchos europeos que creen que Chávez y el chavismo vienen de las tradiciones más gloriosas de la izquierda venezolana, lo que cualquier venezolano que alguna vez haya tenido que ver con la izquierda, aun siendo chavista, podría desmentir rápidamente.
Basta escuchar el lenguaje “de izquierda” de Chávez y de esos militares obesos a punto de jubilar para darse cuenta que su tradición de izquierda es radicalmente impostada. En el mejor de los casos han aprendido de memoria una que otra frase de los manuales de Marta Harnecker. Más no se les puede pedir tampoco: al fin y al cabo tienen que mantener esposas e hijos que viven caro, muy caro.
No obstante, la Venezuela de Chávez aparece como el eslabón más fuerte de la cadena hibridocrática. Sin embargo, como una vez destacó Alain Touraine, esa es sólo una apariencia.
A Touraine corresponde el mérito de haber sido uno de los pocos sociólogos europeos que ha captado que el único gobierno del ALBA que hunde sus raíces en la tradición de izquierda y en las luchas sociales de su país, es el de Evo Morales (¿Existe una izquierda en América Latina?, Nueva Sociedad Septiembre/Octubre 2006). Ahora bien, estando de acuerdo con Touraine, quisiera radicalizar un poco más su tesis: Venezuela no es el eslabón más fuerte de la cadena hibridocrática. Pero sí es su eslabón principal o central, lo que es algo distinto. Más todavía, me atrevería a agregar que Venezuela, pese a ser el eslabón central es, a la vez, el eslabón más débil de la cadena hibridocrática del continente. ¿Cómo se entiende dicha afirmación? ¿No tiene Chávez detrás de sí a las fuerzas armadas? ¿No cuenta con el apoyo de un fuerte movimiento de masas? ¿No posee el arma fulminante del petróleo?
Militares, masa y petróleo, son los tres pilares del chavismo, hasta el punto que faltando uno sólo de ellos, no hay chavismo. Esa trilogía –militares, masa y petróleo- son la no-santísima trinidad del chavismo. Si a eso agregamos un caudillo militar mesiánico, da la impresión de que estamos frente a un gobierno invencible. No obstante, aquí sostengo: Chávez y el chavismo son perfectamente derrotables. Ese no es el caso del gobierno etnocrático de Evo Morales –aquí coincido plenamente con Touraine- cuyas raíces históricas, guste o no, son centenarias.
A fin de sustentar mi tesis del “eslabón más débil”, hay que tener en cuenta que entre el 40 y el 50 de la población votante antichavista se mantiene, después de 10 años, estable. Chávez la llama “la oligarquía” lo que numéricamente es imposible (oligarquía significa el gobierno de unos pocos). A ese porcentaje hay que agregar el sector de los indecisos, los llamados “ni-ni” a quienes Chávez no ha podido sumar a sus fuerzas. Y no se trata de que la oposición partidista a Chávez sea genial. Por el contrario, estamos hablando de una oposición que no ha dejado error sin cometer. Y si aún así Chávez no ha podido reducir ese porcentaje adverso en diez años de gobierno, significa simplemente que ya no lo logrará nunca más. Ese porcentaje -en ese punto Teodoro Petkoff tiene toda la razón- no solamente es estable, sino que muestra una tendencia al crecimiento.
Por cierto, poseer entre un 50 y un 55% de la votación a favor, es una cifra excelente para realizar un buen gobierno. Pero, y eso es lo que seguramente atormenta a Chávez, no es suficiente para hacer una revolución. En otras palabras, desde un punto de vista cuantitativo, el chavismo tocó techo. A partir de ahí el chavismo sólo puede bajar y la oposición sólo puede subir.
Pero no solamente Chávez está a punto de perder la mayoría cuantitativa. La cualitativa tampoco la tiene. Cualquier análisis electoral demostrará claramente que mientras el chavismo tiene más voto agrario que urbano, la oposición tiene más voto urbano que agrario. En términos generales, y eso fue lo que demostraron las elecciones a alcaldes y gobernadores del 2008, cuando la oposición va unida, gana en las ciudades, mientras el chavismo gana en los campos. Ello tiene una gran importancia política, pues es del entorno urbano y no del agrario donde emergen los cuadros intelectuales, técnicos, y políticos que cada gobierno necesita para gobernar con cierta eficiencia. En otras palabras, después de diez años Chávez no ha logrado ganar la batalla ideológica. Y si ha leído a Gramsci como él afirma, debe saber muy bien que sin ganar esa batalla, no se puede hacer ninguna revolución.
Si hablamos de tendencias, Chávez tiene dos alternativas. O transformar su proyecto revolucionario en un proyecto de “buen gobierno”, intentando cooptar a ciertos sectores de la oposición, que es la línea que ocasionalmente ha insinuado el ex vicepresidente Rangel, o pisa el acelerador totalitario. Eso último, hay que reconocerlo, es lo que ha venido haciendo en los últimos meses. Pero ¿están dadas las condiciones para establecer en Venezuela un régimen totalitario?
No es necesario leer a Hannah Arendt para saber que un régimen totalitario reposa sobre dos bases. La primera es poseer una visión de mundo que seduzca de un modo casi religioso a la mayoría absoluta de una nación. Como ya hemos visto esa visión de mundo no la posee el gobierno chavista a menos que alguien crea que ese enredo que ha armado Chávez con Bolívar, Jesucristo y Lenin sea una visión de mundo. No hay totalitarismo sin ideología totalitaria y los ideólogos del chavismo, que no brillan demasiado por su originalidad (basta ver lo que escriben y, sobre todo, como escriben) no han sido capaces de construir nada que de lejos se parezca a una visión de mundo.
La segunda base es la creación de un sistema político absolutamente cerrado lo que significaría que Chávez –y este es el punto decisivo- renuncie a su condición híbridocrática. Esto es, que renuncie a la línea electoral y establezca una simple dictadura militar, a la Pinochet o a la Videla. Pero eso significaría clausurar el espacio desde donde Chávez ha extraído hasta ahora su legitimación política, lo que lo llevaría a transformarse en un dictador militar de tipo “clásico”, por lo cual debería pagar un precio político elevadísimo, además del aislamiento internacional. Por cierto, en la historia todo es posible. Pero en política hay que actuar de acuerdo a las condiciones dadas y no en torno a probabilidades. Y lo cierto es que, hasta el momento, pese a su radicalización, el gobierno militar venezolano continúa conservando su carácter hibridocrático. En fin, una gobierno militar altamente represivo e incluso dictatorial pero que cohabita con un espacio electoral de legitimación. Ahí yace la especificidad del sistema chavista de poder. Ese espacio electoral que hasta ahora no ha cerrado Chávez es, a su vez, ambivalente. Por un lado constituye, como dijimos, su principal fuente política de legitimación. Pero, por otro lado, es el espacio –el único, diría yo- que se abre a la oposición para derrotar políticamente al chavismo alguna vez. Y aquí llegamos al tema más delicado de todos.
Si uno hace un seguimiento a los medios del campo anti-chavista, descubre que se encuentra dividido entre dos opciones, opciones que llamaremos la de la oposición y la de la resistencia. Eso quiere decir que el anti-chavismo ha pisado la trampa diabólica que todo gobierno hibridocrático tiende a sus enemigos; y es la siguiente: al tener dos identidades, la híbridocracia también divide sus enemigos en dos identidades.
Los unos, llamados electoralistas, afirman que hay que concentrar toda la lucha en las elecciones por la simple razón de que no hay ninguna otra posibilidad. Y tienen toda la razón. Los otros, en cambio, afirman, que no están enfrentando a un gobierno democrático sino a una dictadura militar, y eso significa que hay que realizar una lucha de resistencia y no de simple oposición. Y también tienen toda la razón. Ambas tendencias tienen razón, y al mismo tiempo -y ésta es la paradoja que abre la lucha en contra de una híbridocracia- ninguna de las dos la tiene. O mejor dicho, cada una de las identidades opositoras tiene una parte de la razón (que no es lo mismo que tener razón en parte). Esa es, a la vez, la gran ventaja del chavismo frente a sus enemigos, porque – y aquí llegamos al punto decisivo- mientras las dos identidades del chavismo conforman una sola unidad (un cruce de identidades) las dos identidades de los anti-chavistas se encuentran separadas entre sí.
En palabras breves: la tarea política que tiene la lucha en contra de una híbridocracia es la de enfrentar a las dos identidades unidas que la caracterizan, por medio de dos identidades que también se unan entre sí. Eso quiere decir que entre oposición y resistencia no hay contradicción sino, por el contrario, ambas formas de lucha pueden y deben llegar a ser parte de una sola identidad constitutiva. Más todavía: ambas identidades no son por naturaleza (en la política no hay naturaleza) contradictorias sino que esencialmente complementarias.
Por cierto, cada una de esas formas de lucha supone actores diferentes. Mientras la actividad electoral requiere de la existencia de partidos políticos unidos, la resistencia pacífica requiere de organizaciones civiles y redes populares en condiciones de actuar con cierta rapidez e incluso, espontaneidad. Criticar a los partidos políticos porque centran su actividad en la lucha electoral, es un absurdo. Las elecciones son el campo de acción de todo partido político. Los partidos políticos deben ser electorales -incluso electoralistas- o no ser. Pero los partidos no pueden reclamar para sí el monopolio de todas las formas de lucha ni mucho menos subordinarlas a la agenda electoral. A la vez, la resistencia pacífica no puede ni debe reclamar para sí la planificación de las contiendas electorales.
Suponer que para obtener un triunfo electoral es necesario congelar las luchas sociales y las iniciativas ciudadanas, es un disparate que se paga muy caro. Las elecciones se ganan primero en la calle, y después, sólo después, en las urnas. Eso lo sabe muy bien Chávez quien, sin duda, posee un fino instinto político. Durante el referéndum del 2009 que consagró la reelección presidencial, Chávez revertió todas las encuestas, movilizando y enervando a sus huestes, tensando el enfrentamiento político al máximo, sin trepidar en utilizar todos los medios, legales e ilegales, que tenía a disposición.
Los enfrentamientos electorales no siempre son limpios -con eso hay que contar– y la política tampoco lo es. Mucho menos si se trata de enfrentar a un gobierno militar que no juega limpio. En fin, lo que quisiera subrayar es que las elecciones nunca se han ganado en encuestas. Hoy nuevamente las encuestas favorecen al anti-chavismo. Eso no significa nada, absolutamente nada. La única encuesta válida es la elección.
Es necesario destacar por último que ninguna elección se puede ganar sin movilizar al sector de los indecisos. Pero para que los indecisos se decidan, requieren una mínima identificación con uno de los bandos, es decir, los indecisos deben ser politizados y eso es imposible que ocurra si quienes quieren ganarlos para sí, se ocultan en sus casas. Al llegar a este punto, quisiera citar un párrafo de un texto de Chantal Mouffe, escrito para una realidad diferente, pero que sin embargo pareciera haber sido escrito pensando en función de la que estoy comentando. Escribe Mouffe: “Movilización exige politización. Pero no puede haber politización sin una representación del mundo llena de conflictos con el campo adversario y con la cual los seres humanos puedan identificarse”. Y agrega: “la posición racionalista no puede entender que aquello que motiva a entregar el voto, es mucho más que el deseo de representar intereses. Se trata del dilema de la identificación. En el acto de votar yace una muy significativa dimensión afectiva” (On the Political, London, New York 2005)
Hay que abandonar de una vez por toda la idea liberal de que las elecciones se ganan de acuerdo a opciones racionales tomadas por seres racionales. Las elecciones se ganan con seres humanos, y los seres humanos no son siempre racionales. Las elecciones son un campo político de proyección, y quienes votan no lo hacen siempre de acuerdo a intereses fríamente calculados. Mucho menos si se trata de elecciones tan dramáticamente decisivas como serán aquellas que tendrán lugar en Venezuela durante el año 2010.
5. Ni elecciones sin resistencia, ni resistencia sin elecciones.
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