Roma, Mar. 2013. Para todos aquellos que piensan que el movimiento Occupy Wall Street, los Indignados en España, el Foro Social Mundial y las cientos de manifestaciones de protesta que tienen lugar a nivel mundial son expresiones sin resultados concretos, lo logrado con el referendo suizo para poner un tope en los salarios y la bonificación de los ejecutivos bancarios los hará recapacitar.
Les guste o no, y aprobado por una mayoría de dos tercios, Suiza, que no es exactamente un país revolucionario, les ha dado a los accionistas de instituciones financieras el derecho a decidir sobre los salarios y las bonificaciones de sus ejecutivos, y ya no para el enriquecimiento mutuo de sus consejos.
En poco tiempo se realizará otro referéndum que aboga por limitar los salarios y las primas de los ejecutivos de otras compañías vinculadas con todos los sectores, de manera que los mismos no sobrepasen en quince veces el salario promedio de sus empleados. Un acontecimiento interesante.
En 1950, un gerente financiero estadounidense (Baruch) especuló sobre la posibilidad de que un ejecutivo recibiera un salario 50 veces mayor que el salario promedio de sus empleados. Esto provocó un gran escándalo. Ahora, en la lista Fortune 500 de las compañías más importantes, esa diferencia ha aumentado a 545 veces.
Al mismo tiempo, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo han logrado un acuerdo para limitar la bonificación de los ejecutivos de los bancos a una cantidad igual a la de sus ingresos anuales. Si los accionistas lo deciden, pudiera duplicarse, pero no más.
El clamor de los banqueros, como era de esperar, resulta ser muy interesante teniendo en cuenta las bases de su rechazo.
La primera, que parte fundamentalmente del Reino Unido, es que con ello se está acrecentando la brecha entre Londres y Europa. El sector financiero contribuye con diez por ciento del Producto Interno Bruto británico, y el mundo anglosajón ha venido experimentado las oleadas de aumentos en las primas y salarios de los banqueros mucho más que cualquier otro. Si el año es bueno, la bonificación puede ser diez veces mayor que un salario.
Pero es una realidad el hecho de que el Reino Unido --según han ido mostrado las últimas elecciones locales-- esté desarrollando un creciente sentimiento antieuropeo de una manera u otra, y Europa nunca experimentará mayor integración con los frenos que Londres continúa aplicando todo el tiempo. Por tanto, el sector financiero no es el tema central.
La segunda razón del rechazo es más interesante. Ellos sostienen que el resultado sería salarios fijos más altos, lo cual afectaría más a los accionistas; y altas bonificaciones, que son más flexibles. Entonces los buenos ejecutivos se trasladarían a Wall Street, Hong-Kong, Shangai o Tokio, y Europa se quedaría con ejecutivos de segunda clase.
Ahora, es bien sabido que las bonificaciones altas implican riesgos, que es una de las causas de los pésimos desempeños del sistema bancario, argumento que ignora la existencia de un creciente consenso sobre la necesidad de retroceder al período anterior a la administración de Clinton, cuando la banca comercial y la de inversión eran entes separados (y nunca existió una crisis tan dramática como la actual), precisamente para reducir la cultura de alto riesgo que ha conducido a un sistema con mayor desempleo y pobreza a nivel mundial. Baste ver las lluvias torrenciales de multas por fraudes y mala administración que los bancos han tenido que pagar desde que Clinton tomara esa mala decisión.
El tercer argumento es el más interesante de todos, porque demuestra hasta dónde ha llevado el mundo bancario su falsa ilusión. En su gran mayoría, las primas se dan en forma de bonificaciones clawback (recuperación); son aplazadas y en ocasiones se pagan en forma de acciones, y pueden ser retiradas. Los grandes bancos como el Royal Bank of Scotland y el Barclay han utilizado los mecanismos clawback, y según los banqueros esta disposición se ha convertido en un fuerte elemento disuasivo contra comportamientos arriesgados o poco éticos.
En la actualidad no se cuenta con datos que den una idea de la magnitud del uso de la disposición clawback en parte alguna. Lo que sí existe son las innumerables multas que se le han impuesto a los grandes bancos por fraude. Baste recordar que los propios entes reguladores americanos indulgentes han pagado más de 3.000 millones de dólares por concepto de multas a los grandes bancos.
Recordemos algunos casos que fueron considerados por los expertos como un tirón de orejas: 8.5 mil millones por ejecuciones fraudulentas de créditos hipotecarios a diez bancos (entre ellos el Bank of America, Citigroup, JP Morgan Chase), seguido de un pago similar por valor de 557 millones de dólares a Goldman Sachs y a Morgan Stanley. El caso del arreglo fraudulento de la tasa Libor (la tasa de cambio entre los bancos) le ha costado hasta ahora 1.5 mil millones de dólares a UBS solamente. El director de Barclay se ha visto obligado a renunciar.
¿Dónde está el resultado de la disposición clawback como mecanismo disuasivo contra comportamientos arriesgados y poco éticos? Las autoridades británicas han recomendado ahora mantener un control regular sobre Libor, así como levantar cargos criminales contra aquellos individuos que traten de alterar la tasa para obtener ganancias financieras. HSBC ha reconocido que ha lavado dinero de carteles de la droga de bancos mexicanos y sauditas que mantienen vínculos con grupos terroristas.
Sin embargo, el 5 de marzo, después del referéndum suizo y todos los escándalos en los que se vio involucrado, que le han costado más de 4.000 millones de dólares en multas y pagos, el consejo de HBSC decidió otorgarle a sus 200 supergerentes una prima por valor de un millón de libras. Claro que esto ha generado un torrente de críticas en Londres, pero es el mejor ejemplo de como los banqueros se aíslan de la realidad. HSBC perdió 5.6 por ciento en 2012, pero el director ejecutivo Stuart Gulliver fue recompensado con una bonificación de 11 millones de dólares.
La mejor manera de entender como los banqueros han desarrollado un hábito diferente, la proporcionó el director ejecutivo de JP Morgan, el famoso Jamie Dimon, defensor del sistema bancario, que arremetió contra todos los presentes en el último Foro Económico Mundial (¿hasta cuándo va a criticar a los banqueros?), en la reunión anual con sus inversores pocos días antes en Nueva York, en un debate con el reconocido analista Mike Mayo dijo lo siguiente como respuesta final: "esa es la razón por la cual yo soy más rico que tú".
Por lo tanto no debe causar sorpresa alguna el hecho de que Maurice Greenberg, el director ejecutivo de AIG, haya entablado ahora una demanda por 25.000 millones de dólares contra el gobierno, acusándolo de ¨sacar¨ un interés punitivo de 14 por ciento del plan de rescate que salvó a AIG de la bancarrota.
El gobierno tuvo que inyectar 182.000 millones de dólares para salvar a AIG, una de las mayores compañías de seguros, después que explotara la burbuja inmobiliaria en 2008. Recordemos que así fue como comenzó la ocupación de Wall Street, que fue el detonante de la actual crisis financiera mundial, que provocó la aparición de otros cien millones de pobres en el mundo, según la ONU: esa crisis, que se fraguó por completo en Estados Unidos, aparejó dos años más tarde con la crisis de la deuda soberana, un asunto completamente europeo.
Esta situación ha traído consigo un chantaje sin precedentes del mercado a los gobiernos, debiendo recurrir a la austeridad como remedio común, con Grecia como el ejemplo más claro del impacto que esto tenido en el pueblo.
El señor Greenberg ha renunciado sin castigo alguno, y ahora está pidiendo 25.000 millones de dólares, ¿por las duras condiciones impuestas por el gobierno para salvar a AIG? Esta es la mejor representación de las relaciones entre autoridades y el sistema financiero. Tenemos las compañías de calificación financiera que sí certificaron que AIG y Goldman Sachs eran instituciones sólidas: las mismas que ahora le dan o no tres A a los gobiernos, a pesar de que dieron vuelta la cara. ¿Y los organismos reguladores?
El organismo regulador estadounidense SEC (por sus siglas en inglés), por lo general tiene la filosofía de arreglar los casos contra las fechorías financieras, sin admitir o negar los hallazgos. Esta práctica, sostienen, ayuda a la SEC y a otras agencias a evitar litigios costosos y que consumen mucho tiempo. Llegar a un acuerdo rápido en lugar de largos juicios, significa que las víctimas son compensadas más rápidamente. Y siempre cabe la posibilidad de que la SEC pudiera perder en la corte.
Pero he aquí un buen ejemplo: es un asunto muy complejo. Para acceder al artículo completo lea la página 18 del New York Times, del19 de febrero. La esencia es que AIG sí demandó al Bank of America por 10.000 millones de dólares, por el delito de fraude, relacionado con hechos ocurridos el mes de septiembre del 2008, cuando AIG estuvo cerca de la ¨muerte¨. El caso fue a la corte. Y entonces, el Federal Reserve Bank (de donde proviene el ex Ministro del Tesoro, Geitnher), hizo un trato con el Bank of America, por un pago de 43 millones de dólares, dando argumentos que permitieron que la corte exonerara al Bank of America en el caso.
Un vocero federal de Nueva York dijo que apoyaba el acuerdo porque generaría un valor significativo sin costos potencialmente altos por concepteo de litigio. Jesse Elsinger, de ProPublica, una agencia de noticias sin fines de lucro, publicó en ese mismo número del New York Times una entretenida pero incómoda historia sobre las puertas giratorias para los organismos reguladores en todos los niveles. Comienza con Mary Jo White, a quien Obama nombrara como directora de la SEC. En la década pasada atendió tantos bancos y casas de inversión que tendrá que rehusar a tantos casos, que sólo será capaz de litigar con entidades menores, tales como First Wauwatosa Securities. Y el senador Reid, líder de la mayoría demócrata en el Senado, tiene ahora dentro de su personal a Cathy Koch como consejera jefa para asuntos de política económica e impositiva. Ella viene de la General Electric, compañía que casi no pagó impuestos cuando contaba con su destreza.
La Oficina del Contralor de la Moneda (OCC, por sus siglas en inglés), tiene un Nuevo jefe, Thomas Curry, menos vinculado con los grandes bancos, y quien despidiera a la saliente consejera jefa, Julie Williams, la que rápidamente fue a parar a Promontory Financial, una OCC fantasma del sector privado fundada por el antiguo director de la agencia, Eugene A. Ludwig.
Promontory aportó gran parte del personal para la Revisión Independiente de la Ejecución Hipotecaria, establecida por la SEC y otros organismos reguladores para evaluar el rol que desempeñaban los 10 grandes bancos a la hora de acordar una acción para compensar a las víctimas de las burbujas inmobiliarias. Su idea era dejar que el banco estableciera los hechos. Resultado: antes del pago de los 8.5 mil millones de dólares que habíamos mencionado anteriormente, la Revisión Independiente de la Ejecución Hipotecaria fue disuelta, porque no obtuvo resultado alguno, pero no sin que antes pagara 1.5 mil millones de dólares a los consultores. ¿Y quién ha sustituido a Julie Williams como consejera jefa en la OCC? Amy Friend, quien procede de Promontory Financial...
Y ahora tenemos un Nuevo Secretario del Tesoro, Jacob 'Jack' Lew, y al referirse al voto del Senado, Bernie Sanders, un independiente de Vermont argumentó: necesitamos un secretario del tesoro que esté preparado para resistir el enorme poder de Wall Street. ¿Qué si considero que Jack Lew es esa persona? No, no lo creo".
Y el problema es que el sector privado se parece cada vez más al financiero. Cuando Don Bailey se hizo cargo de Questcor, una compañía farmacéutica, aumentó el costo de un medicamento antiinflamatorio especializado, el Achtar, de 50 dólares el frasco a 28.000 dólares. Cuando se le preguntó si podía bajar el precio para quienes no podían comprarlo, Bailey respondió "si lo hago, los accionistas me pueden demandar por limitar sus ganancias".
Sin embargo, es apropiado que haya comenzado un nuevo programa de entrenamiento en las prisiones estadounidenses: el Programa Empresarial de Prisiones, que ya ha graduado a 800 delincuentes presidiarios. Es un curso de seis meses de duración impartido por antiguos ejecutivos y estudiantes voluntarios de MBA, y que enseña cómo comenzar y administrar un negocio. Más de 2.500 candidatos postulan cada año para las 150 matrículas que ofrece. Es todo un acontecimiento. A los graduados les va tan bien en el mundo de los negocios que tan sólo un cinco por ciento regresa a prisión. Tal vez debería vincular al voluble sistema que recién acabamos de describir.
Pero aún más escandalosa es la noticia de que las cien personas más ricas del mundo ADICIONARON 240 mil millones de dólares a sus fortunas. Claramente, no necesitaban ese dinero, en términos humanos. El uno por ciento de la población más rica (60 millones) ahora posee un capital equivalente a 2.500 millones de personas. Y en los últimos diez años, esta concentración de la riqueza se ha hecho más extrema. El 0.01 por ciento (600 mil personas) poseen una fortuna que equivale a 2.000 millones de personas. En la actualidad existen 1.200 multimillonarios en el mundo.
Mientras tanto, enfrentamos un serio problema de alimentación. Cada día hay 219.000 bocas nuevas que alimentar, 70 millones cada año. Según la FAO, las reservas de alimentos han disminuido en 2.6 por ciento, mientras el precio de los mismos sigue en ascenso (cereales de 10 a 35 por ciento, según el producto).
Sin embargo, datos del Banco Mundial corroboran que en los países ricos botamos un 40 por ciento de alimentos. Con los 240.000 millones acumulados en un año por las cien personas más ricas del mundo, podríamos eliminar muchos de los problemas que existen en el mundo.
De cualquier manera, en las próximas décadas tendremos 2.000 millones más de personas en el mundo (en el año 2050). El sistema no es capaz de amparar a nuestros 7.000 millones. ¿Cómo acogerá a 2.000 millones más, procedentes de las regiones más pobres del planeta? Bueno, la respuesta es obvia, tenemos riqueza, pero no está distribuida equitativamente. Y los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, como todos saben.
Y para retomar el tema con el que comenzó este artículo, demasiado breve para ser serio, vemos que las personas se hartan, como bien ha demostrado el referéndum suizo.
En todas partes el descontento se refleja en las encuestas, con movimientos de protesta floreciendo por doquier. Beppe Grillo, en Italia, es tan solo la última señal de advertencia.
Vamos camino a un sistema diferente. Esto puede lograrse con paz y cooperación, o por el contrario, continuar en esta creciente injusticia social. La historia registra muchas lecciones sobre el tema, y de nada serviría recordarlas. Todos leímos sobre ellas en la escuela, incluidos los 100 multimillonarios. Por tanto, tal como lo demuestra el referéndum suizo, no se carece de conciencia, sino de representación política.
*Fundador y presidente emérito de la agencia de noticias IPS (Inter Press Service). Publisher de Other News
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