Una desagradable tarea.
Confieso que me molesta referirme a la enfermedad del Presidente Hugo Chávez, desde el momento en que el 30 de junio del pasado año, nos informara desde La Habana, que había sido intervenido quirúrgicamente para extraerle un “tumor maligno”, pasando por sus reiteradas informaciones de “estoy curado”, incluyendo el “pago de una promesa” a la Virgen de Coromoto y su velada acusación a Estados Unidos como posible culpable del cáncer que han sufrido o sufren varios mandatarios de América Latina. En ese tiempo, el Presidente se ha encargado de asumir la información del diagnostico, el pronóstico, la terapéutica y los resultados de su enfermedad.
Es evidente que ha mentido sobre su estado de salud, mientras que sus funcionarios, especialmente el Ministro de Información, Andrés Izarra, califica de “canalla”, a las miles de personas quienes ante la desinformación oficial, invaden las redes especulando sobre la enfermedad del Presidente.
Ahora, el 21 del pasado mes de febrero nos informa de nuevo el propio Presidente: “Se ha detectado una lesión en el mismo sitio donde fue extraído el tumor. Es una lesión de dos centímetros de diámetro, claramente visible y posiblemente maligna”.
Pese a ese perverso escenario y posiblemente porque también reciben las mismas informaciones que quienes estamos radicados en el país, un grupo de personas amigas que residen en el exterior nos preguntan sobre la enfermedad, sus impactos hoy en la sociedad venezolana y cuáles pueden ser los escenarios en el futuro, dependiendo del epílogo de lo que realmente se parece a los culebrones televisivos que dejan para el último capítulo el feliz desenlace, algo que en este caso no se puede predecir.
En cuanto a la enfermedad hay solo dos caminos: se acepta la “verdad” oficial, siempre conocida a través del propio Presidente, o se entra en el infinito mundo de las especulaciones. Por ello, optamos por analizar las posibles consecuencias.
En el mundo de las interrogantes.
En relación a los impactos en la población, es evidente que conocida la “lesión” y la necesidad de realizar una nueva operación, la cual se efectuaría en La Habana, por los mismos médicos quienes le habían operado anteriormente, se han producido dos actitudes muy claras: Por parte del oficialismo y teniendo como protagonista al propio Presidente, se auspiciaron una serie de actividades buscando despertar de nuevo el sentimiento de “afecto” y en consecuencia de identificación de la población con el enfermo, quien afirma hasta el cansancio: “mi vida no me pertenece, le pertenece al pueblo”. Reitera que se mantiene como el candidato presidencial, advirtiendo que “pulverizará” a su oponente. Nada nuevo.
En esa presentación su “despedida” para viajar a Cuba, fue el epilogo de un escenario donde el actor principal recibía flores y besos de sus simpatizantes, sin faltar quienes trataban de acercarse para dejarle un papelito con alguna petición.
Quienes tuvieron la oportunidad de ver el espectáculo de varias horas de duración, transmitido en cadena de radio y televisión, mostrando el recorrido entre el Palacio Presidencial y el aeropuerto de Maiquetía, rodeado de un muy visible cerco de seguridad, jamás podían pensar que en ese paseo triunfal, el viajero se dirigía a una difícil cita con su destino.
Por el lado opositor, y creo que la mayoría de la población ha recibido la noticia sin sorpresa. Pocas personas creyeron que el Presidente en pocos meses había superado el cáncer que le aqueja. Por supuesto, todos los que se han expresado públicamente acuden a la formalidad de “desearle lo mejor”, haciendo votos por su “rápido restablecimiento”. Institucionalmente, la Mesa de la Unidad Democrática, MUD en un comunicado expresa sus mejores deseos, pero exige transparencia y veracidad en las informaciones sobre la salud del Presidente.
En concreto, el oficialismo persigue utilizar en su favor de nuevo la enfermedad del Presidente, anunciando su seguro regreso triunfal para conducir a sus partidarios a un aplastante triunfo electoral el próximo 7 de octubre. Sus opositores, sobre todo los dirigentes, son mas cautelosos y algunos han cuestionado no se haya producido un traspaso de poderes al vicepresidente, por lo cual de nuevo el Presidente Chávez, seguirá gobernando desde La Habana, algo discutible constitucionalmente. Es el hecho, impuesto por el oficialismo que controla la Asamblea Nacional.
En el oficialismo, la procesión va por dentro.
En el mundo oficialista es muy claro que a su interior se contemplan dos posibilidades razonables y una extrema: que el Presidente Chávez se encuentre en capacidad de mantener su candidatura, aún con limitaciones físicas, pero siempre presente, y su imposibilidad de llegar al 7 de octubre en condiciones físicas razonablemente aceptables, lo cual implica designar al nuevo candidato. La tercera es sencillamente patear la mesa, efectuando un Golpe de Estado.
Sería ilógico y hasta irresponsable, que los factores de poder que conforman el régimen, no analizaran seriamente el escenario de una desaparición física o la imposibilidad del Presidente para asumir una muy dura campaña electoral. Contemplar ese escenario sin duda produce tensiones, dado que no hay la menor duda sobre las legítimas aspiraciones que tienen aquellos quienes se consideran en capacidad de conducir el llamado “proceso revolucionario”.
En ese análisis el factor tiempo es determinante, tomando en cuenta que las elecciones presidenciales se realizarán el 7 de octubre, aunque no se descarta que el oficialismo dado su control sobre el Poder Electoral y el Poder Legislativo, pueda plantear violando de nuevo la Constitución, prorrogar la fecha de esa consulta.
Considerando que el tiempo no está a su favor, a corto plazo tendrán que tomar la decisión sobre la candidatura presidencial. En el caso de que el Presidente no pueda mantener su candidatura, es posible y muy probable que de estar vivo, impondrá su voluntad para designar al candidato. Sobran nombres entre sus fieles e incondicionales miembros de su entorno. En el caso de no estar en condiciones para ello, es inevitable una confrontación entre los aspirantes a sucederle.
En el caso de un nuevo candidato, aún con la sombra de Chávez a su favor, se reducen las posibilidades de victoria por parte del “ungido” o quien se haya podido imponer. Sobre todo, si la decisión se produce en plena campaña electoral. No es fácil “construir” una candidatura, tomando en cuenta que nadie pone en duda la enorme capacidad del Presidente Chávez para mantener una férrea unidad entre los grupos que le apoyan y en realidad viven de su apoyo, pero sobre todo, la relación emotiva que todavía mantiene con amplios sectores de la población, que se siente interpretada y representada por el Comandante Presidente. Ninguno de los posibles candidatos del oficialismo tiene esas características.
Se especula que en ese marco de decisiones sobre el posible candidato oficialista, de faltar Chávez, factores externos, especialmente los dirigentes cubanos, tratarán de presionar por ubicar al candidato que consideren por una parte, con mayores posibilidades de triunfo, y por otra, mas cercano a sus intereses. Parece difícil que esos grupos externos tengan la fuerza suficiente para influenciar en la decisión.
La última opción sería de faltar Chávez físicamente y ante la posibilidad de una derrota electoral, proceder al Golpe de Estado por parte del grupo de militares duros, alegando como justificativo “garantizar la gobernabilidad”. Es posible, pero no es tan fácil de realizar y sobre todo, de mantenerse en el poder. A Chávez la comunidad internacional le ha permitido excesos, pero siempre dentro de los límites que marcan la formalidad institucional. Un quiebre de esa formalidad por parte de los sables, no sería fácil de aceptar, incluyendo a los dirigentes de los países hoy beneficiarios en su relación con el régimen. Pensamos en concreto en los países que pesan: Brasil y Argentina. El resto de los beneficiarios, incluyendo a Cuba, no pesan en ese escenario internacional.
En esa remota posibilidad nunca descartable, se debe contemplar que los supuestos golpistas tampoco representarían un factor de unidad en el chavismo. Sin duda hay muchos simpatizantes del chavismo que rechazarían una intervención militar. Por supuesto, además de los opositores, una buena parte del mundo de los independientes rechazaría también esa opción, dejando en clara minoría y en precaria situación interna y externa a quienes rompieran la formalidad constitucional.
Por no dejar, siempre está presente en un sector de la población, la tragedia de una guerra civil. Sería masoquista el contemplarla.
En la oposición, muchos interrogantes:
El mundo opositor es muy plural. En los últimos meses ha logrado una importante cohesión y así lo demostró con la realización de las elecciones Primarias y sobre todo, la actitud asumida aceptando el triunfo de Henrique Capriles Radonsky. Se ha impuesto claramente la tesis de “voto contra botas” y la actitud moderada, dejando a un lado las tentaciones de algunos que buscaron fracasados atajos.
Seguramente también y con mejor y mayor información, los principales actores oposicionistas analizan los posibles escenarios y la actitud que asumirán frente a los mismos. Una primera decisión será su actitud frente a la enfermedad del Presidente en el caso de que este mantenga su candidatura. Es clara su desventaja, pues mientras el Presidente trata de utilizarla en su favor, no es fácil para sus opositores pretender descalificarle alegando su incapacidad para gobernar durante otros seis años. Pienso que finalmente el tema estará muy presente de mantenerse la candidatura del Presidente Chávez.
Paradójicamente, en el caso de la ausencia de Chávez como candidato puede presentarle dificultades. Por una parte, se puede despertar un triunfalismo que puede ser muy negativo, sin descartar que tal vez no falte algún “patriota”, quien considere muy “fácil” la derrota del candidato oficialista, procediendo a lanzar su candidatura, dividiendo a los opositores. No faltarán quienes también susurren a los oídos militares la posibilidad del Golpe de Estado “democrático” para “extirpar” al chavismo. El odio es también un factor presente por ambos lados.
Podemos continuar especulando al infinito, pues cada escenario tiene sus variables y sus imponderables. Seguramente hay para todos los gustos. Optamos por las que consideramos mas viables, pero no únicas.
Lo razonable:
En política a veces se impone la razón. En algunos casos por razones de sobrevivencia. Sin confiar mucho en los tan manoseados “genes democráticos” que supuestamente tenemos los ciudadanos de este país, todo aquel que aspira a controlar el poder saca sus cuentas y sobre todo, toma en consideración el precio que debe pagar por lograrlo y en definitiva por la real posibilidad de mantenerlo.
En cualquier escenario no parece que haya un factor preponderante en el mundo oficialista. Hasta ahora, ese factor ha sido Hugo Chávez Frías. Ubicado muy por encima de sus simpatizantes y de sus opositores. Tanto en el mundo oficialista como en el mundo opositor hay parcelas de poder. Por supuesto mucho mas facticos en el lado oficialista dado que algunos grupos manejan importantes recursos financieros, estructuras de poder y hasta espacios armados entre civiles y militares. Pero en ningún caso aparece un grupo hegemónico e indiscutible, capaz de imponerse. En consecuencia, parece razonable la negociación entre ellos y probablemente, con el mundo opositor.
El chavismo como fuerza política seguramente sobrevivirá a Chávez, aunque sin la fuerza que le daba el caudillo. Pero esa sobrevivencia dependerá mucho el comportamiento de sus dirigentes. En el caso de considerar factible una derrota en las urnas, pareciera razonable asumirla y en consecuencia ubicarse con una actitud vigilante en la oposición, sobre todo teniendo en cuenta que en su poder quedan la Asamblea Legislativa, el Poder Judicial, el Poder Electoral, el Poder Moral y seguramente mantendrán algunas gobernaciones y alcaldías en las elecciones a realizarse después de las presidenciales. Es bastante poder, unido a la boliburguesia creada por los favores recibidos, la cual cuenta con enormes recursos financieros. Por lo tanto, puede suceder como en el caso de Nicaragua, que el chavismo vuelva al poder de nuevo por los votos, perdurando en el tiempo como fuerza política. Jugar al todo o nada posiblemente no sería la mejor opción. La opción negociadora seguramente sería alimentada por el factor internacional afín al régimen, incluyendo a Cuba.
Por su parte, los dirigentes de oposición en el supuesto de efectivamente tener posibilidades de triunfo electoral, tendrían que asumir una actitud realista, aceptando al chavismo como una legítima fuerza política, tratando de auspiciar un encuentro y un acuerdo para la gobernabilidad, aislando a los grupos duros del chavismo que son sin duda minoritarios. Eso implicaría una posición sin retaliaciones, aunque no significa el no castigo a quienes actuaron en forma delictiva. Es una posición no fácil, pues dentro de los opositores hay un núcleo duro, aunque también minoritario. La presión internacional también puede ayudarles a recorrer el camino del encuentro. En este sentido, probablemente USA, la UE y la mayoría de los países que conforman la región, estarían de acuerdo en una solución política y pacífica a la crisis producto de la ausencia de Chávez, la cual no necesariamente dejaría un vacío de poder, que puede ser llenado en cualquier forma y tal vez, de la peor forma.
Los próximos siete meses marcaran el destino inmediato y mediato del país. Un tiempo que parece demasiado corto para lo que está en juego, pero la historia a veces se escribe con apuros.
Venezuela, febrero 2011. carlosmoris@cantv.net.
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