sábado, 20 de octubre de 2007

INSTITUTO INTERNACIONAL PARA LA CONVIVENCIA HUMANA




Instituto Centroamericano de Estudios Legislativos - I C E L
Presidencia


PARA: DR. ROGER MIRANDA, SECRETARIO PERMANENTE FOPREL


DE: MSc. JORGE POVEDA, PRESIDENTE ICEL


ASUNTO: PROPUESTA PARA DISCUSIÓN


FECHA: 26 SETIEMBRE, 1998


De acuerdo con su solicitud, para hacer una propuesta a ser presentada a las autoridades panameñas para que se considere dentro de los planes de La Ciudad del Saber, a establecerse en la zona anteriormente ocupada por el Gobierno norteamericano en Balboa, remitimos el documento preparado por el Dr. Jaime González Dobles, y en el que ha participado el suscrito , a petición del ex Diputado José Roberto Rodríguez Quesada. .


INSTITUTO INTERNACIONAL PARA LA CONVIVENCIA HUMANA




1.- JUSTIFICACIÓN DEL PROYECTO

La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana es una seria exigencia con un carácter sobre todo social y cultural. Este exigencia responde a la necesidad mundial de encontrar respuestas compartidas ante el profundo desafío moral de un mundo que ha desarrollado extraordinarios progresos técnicos y que, sin embargo, mantiene un delicado nivel de violencia, de incomprensión, de desorientación, de deterioro cultural y moral, de explotación, de marginación, de miseria, de injusticia, de descoordinación, falta de entendimiento y colaboración entre los seres humanos para resolver sus problemas de fondo. Ante esta dramática situación que podría desencadenar una catástrofe mundial, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana es un paso positivo en los caminos más sólidos de la esperanza humana.

Ciertamente, ante los diversos problemas de su realidad material concreta, el siglo XX se ha caracterizado por el desarrollo vertiginoso de su capacidad operativa en el manejo de las más diversas tecnologías destinadas a solventar problemáticas específicas. Sin embargo, este desarrollo funcional y operativo ha engendrado constantemente su propia contradicción interna al arrastrar en sus venas una profunda deficiencia en los aspectos personales, sociales y culturales de la convivencia que debe ser resuelta de manera decidida y valiente. Pero, esta conflictiva situación de incomprensión humana no se resuelve simplemente con exponerla, investigarla o estudiarla. En efecto, la resolución del problema de convivencia entre los seres humanos exige un cambio de mente sobre la interrelación humana y una comprensión más integral que funcional, más existencial que racional, en la que la conceptualización no es más que una forma de su promoción.

Por efecto de los intereses económicos implicados, el desarrollo tecnológico actual ha desestimado el papel primordial de las dimensiones personales y culturales que sobrepasan su enfoque causal y operativo, las que sin embargo sostienen la apertura de la realidad humana hacia los valores más espirituales que puedan dar respuesta al cuestionamiento profundo sobre el sentido de la propia existencia. Por tal motivo, los seres humanos se entienden en el ámbito tecnológico en términos de resolver asuntos específicos; pero por ello no se comprenden necesariamente en el transfondo más integralmente humano, ya que dicha relación es funcional y no vivencial. En su sentido más plenario, el enfoque que ha asumido la tecnología moderna puede permitir por sí mismo quizás la colaboración operativa, pero no necesariamente la comprensión humana, ya que las riquezas de la convivencia sobrepasan sus limitadas interrelaciones. En efecto, la tecnología no es más que un medio cuyas dimensiones humanas dependen de los valores y experiencias vitales que la impregnen de sentido.

Al ofrecer una instancia vivencial a todos aquellos que luchan por consolidar una auténtica interrelación, comprensión y cooperación entre los seres humanos, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana viene a colaborar en la búsqueda de soluciones a este profundo drama del mundo actual. En efecto, los progresos comunicativos, científicos y organizativos han facilitado un enfoque funcional de los problemas humanos desde una perspectiva que se ha consolidado en la creación de un mundo tecnológico correlacionado, fundamentalmente ligado a procedimientos objetivos que podrían ofrecer mejores perspectivas a la plena realización de lo humano si existiera un trasfondo valorativo y vivencial más sólido. Pero, al pretender solventar por sus mecanismos propios las carencias subjetivas de los seres humanos implicados, a pesar de aparecer a primera vista como la superación definitiva de las deficiencias del pasado, esta modalidad de acción centrada en simples condicionamientos tecnológicos presenta nuevos defectos en la convivencia humana, característicos del mundo actual. Por tal motivo, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende poner la ciencia y organización actuales al servicio de la interrelación cultural, psicológica y espiritual de los seres humanos con el fin de superar al menos en parte los defectos engendrados por el uso muchas veces deshumanizado que ha tomado la tecnología de los tiempos actuales.

En efecto, el mundo actual ha adquirido un profundo potencial operativo en el que las ciencias y técnicas afinan constantemente sus procedimientos e instrumentos desde una perspectiva funcional donde los seres humanos desempeñan tareas y obtienen productos, pero pierden sentido como realidades propias, subjetivas, espirituales. Por ausencia de una auténtica convivencia, de una real comunicación y comprensión en sus dimensiones más profundamente humanas, ese universo tecnológicamente desarrollado manifiesta, en forma dramática, el descuido injustificado de muchas necesidades humanas elementales en gran parte de la población de todo el mundo, así como una descoordinación interna y una incomprensión de la profunda realidad de la vida personal y comunitaria de los seres humanos más allá de sus funciones utilitarias.

De esta manera, el mundo actual se ha convertido en una enorme sociedad que, so pretexto de desarrollarse, encierra a su comunidad humana dentro de jaulas funcionales quizás tecnológicamente bien construidas, pero sobrecargadas de injusticia y desinterés por las necesidades, los sentimientos y aspiraciones de los seres humanos ajenos a sus intereses políticos o económicos. En este sentido, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende favorecer un medio de encuentro comunitario, nacional, regional y mundial a todas aquellas personas y dirigentes sociales, políticos y culturales que buscan sinceramente solventar los errores y deficiencias de convivencia humana que genera el mundo actual, poniendo un énfasis especial en recoger la experiencia y el aporte de todos los esfuerzos de voluntariado donde se generan convivencias, servicios e intercambios humanos sin fines de lucro.

Ciertamente, ante la dramática situación social, política y económica que padecen los habitantes de gran parte del planeta, algunos dirigentes políticos, religiosos y culturales, así como muchas personas con responsabilidad social insisten en solucionar las manifestaciones más trágicas de estas contradicciones humanas en un universo que posee las posibilidades técnicas para solucionar esos desequilibrios estructurales. Pero, al tratar de superar el problema social ligado al manejo deshumanizado del poder y del sistema productivo, a la inadecuada distribución de los beneficios y al uso también inadecuado de medios técnicos institucionales donde la violación o ausencia de respeto a los derechos humanos, el uso de la violencia y la injusticia social es lo usual, donde el problema irresoluto de la miseria, de la desnutrición, de las condiciones insalubres de existencia, del analfabetismo y de muchas otras manifestaciones de la incomprensión humana se desarrollan como un cáncer planetario, las soluciones nacionales e internacionales, estatales y privadas, suelen convertirse en un conjunto de remedios paliativos, pretendidamente fundamentados en un simple llamado a la solidaridad humana. Desgraciadamente, las mayorías de las soluciones propuestas son propias para eliminar los efectos más evidentes del desequilibrio constatado, pero no logran enfrentar sus causas reales, que están en un trasfondo más profundo donde se debaten los valores, las aspiraciones, las cosmovisiones y los sentimientos propios de la identidad y solidaridad humana.

Por tal motivo, aún en muchos casos de la más generosa dedicación a los problemas humanos, la problemática suele ser enfocada desde una perspectiva en la que el manejo operativo, funcional o instrumental de la realidad material y social de la problemática humana choca con la carencia de una vivencia más integral, personal y comunitaria, más íntima y profunda de las dimensiones espirituales del ser humano. Desde esta perspectiva, la asistencia social manejada por la mayoría de las instituciones quizás entienda el problema particular de los seres humanos más desvalidos; pero no los comprende en el pleno sentido de la palabra, es decir, las profundidades de su realidad personal y comunitaria.

La experiencia histórica nos muestra que la condición humana se caracteriza por presentar una realidad multivalente que no acepta respuestas simplistas, aunque estas vengan encubiertas con impresionantes revestimientos tecnológicos. Ciertamente, los progresos políticos y tecnológicos modernos son un elemento esencial en la resolución de la problemática mundial. Pero, el problema de fondo del mundo actual es, en muchos aspectos, más vivencial que técnico, más espiritual que material ya que su problemática central estriba sobre todo en asuntos ligados a su orientación y no tanto en la posible existencia de recursos a nivel mundial, y muchas veces regional, capaces de resolver los problemas concretos del sustrato material de una verdadera existencia a escala de los derechos fundamentales de los seres humanos.

Sin entrar en discusiones filosóficas academicistas, se podrían señalar que la dialéctica existencial de los seres humanos implica necesariamente que las respuestas particulares de cada individuo o grupo humano juegan siempre un papel fundamental en la búsqueda del significado de lo verdaderamente humano y se convierten en elementos complementarios o contrapuestos del debate sustancial sobre el sentido de la coexistencia social. Su auténtica comprensión demanda una profunda reflexión, diálogo e intercambios humanos que permitan la captación sólida y reposada de su dialéctica interna en la que las respuestas existenciales efectivas de las diversas instancias humanas se perfilan como elementos del conflicto espiritual permanente de la realización humana en la que se genera, de la más diversas maneras, un estado dinámico de tensión entre polos contrapuestos, necesarios de irreductibles. En dicho sentido, con el fin de destacar las necesidades existenciales a las que trata de responder la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana, es conveniente establecer algunas breves reflexiones sobre ciertos ejes particulares de esta problemática existencial de los seres humanos.

La dialéctica existencial de los seres humanos comporta un profundo debate y relación complementaria entre las exigencias del "ser" y las demandas del "poder ser", donde cada modo de ser implica siempre una relación dialéctica con las posibilidades, asumidas o denegadas, en la que sus demandas propias se implican y contraponen continuamente. Así, al partir el desarrollo tecnológico actual de una captación energética, sustentada en la influencia de la física y química como paradigmas mentales del mundo occidental, las fuerzas dominantes del intercambio humano moderno en los ámbitos productivos, políticos y económicos han desquiciado en mucho a la comprensión global de las potencialidades humanas al encerrar sus planteamientos dentro de los parámetros circunscritos de sus llamadas "determinaciones", "constataciones" y "predicciones" científicas del desarrollo humano, con descuido del auténtico respecto y promoción de otras dimensiones ajenas a sus supuestos básicos.

Estas suposiciones de la tecnocracia actual ha limitado las posibilidades humanas a las modalidades de acción previstas por la captación tendenciosa de lo ya hecho desde ese esquema conceptual específico y el resto ha sido marginado y despreciado como si fuese manifestaciones de un "primitivismo" que debería ser superado. Por el contrario, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende ofrecer una instancia de diálogo e intercambio, abiertos y no perjudicados, en todas las dimensiones de búsqueda sincera de la plena realización humana.

En efecto, en la concepción dominante en los organismos gestores del desarrollo económico, político y aun social imperante a nivel mundial, con frecuencia las religiones, las filosofías, las prácticas y los rituales de muchos pueblos han sido desvalorizados, amenazados o destruidos en nombre de una pretendida "cultura superior". Por tal motivo, para compensar este desequilibrio, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana viene a buscar puntos de encuentro e interrelación humana que permitan entablar un diálogo entre las posibilidades y limitaciones de las cosmovisiones dominantes y la gran riqueza de perspectivas humanas diferentes fundadas en valores menospreciados o arbitrariamente marginados por el sistema establecido.

Esta dialéctica humana permanente entre el ser y el poder ser humanos, se relaciona en forma precisa en el mundo actual con la contraposición dialéctica entre el "ser" y el "tener" que modula su dinámica interna. Ciertamente, la desnutrición, la falta de vivienda y muchas otras manifestaciones de la miseria que padece gran parte de la humanidad, ponen en evidencia que para ser es necesario tener las condiciones necesarias para serlo. Sin embargo, al reducir el ser al tener se suele propiciar un profundo desequilibrio en la verdadera comprensión del sentido de la existencia humana. Así la sobrevaloración existente de las posesiones, materiales o sociales, en el mundo actual puede desarticular la significación humana. En este sentido, la creación de un Instituto Internacional para la Conviviencia Humana pretende propiciar condiciones de intercambio humano donde ni la obsesión de poseer, ni las diferencias del tener, marquen limitaciones significativas en la búsqueda de una comprensión profunda y compartida del sentido auténtico de la condición de "seres humanos" en todas las personas participantes.

En la existencia personal y comunitaria, los "hechos" se enfrentan siempre con los "ideales", las aspiraciones, las ambiciones y los deseos que se proyectan hacia el futuro en búsqueda de la propia afirmación como seres humanos. Pero, la ambición de poder, el predominio de una pretendida eficiencia en la producción y la búsqueda de ganancias en el mercado suelen condicionar negativamente las realizaciones y tenencias humanas; por circunscripción parcializada en el mundo actual de los ideales en la demanda permanente de autorrealización humana, han implicado la pérdida del "sentido del ser". Al centrarse en una sobrevaloración del tener, el mundo actual ha perdido en gran parte el sentimiento de respeto por todos aquellos valores humanos que no se expresan en posesiones materiales. Pero, estos valores sustanciales tan fácilmente ignorados son la condición elemental para una adecuada convivencia humana.

De esta manera, una determinada manera de entender el poder ser y el tener humanos, que se ha impuesto por sus ventajas pragmáticas a corto plazo, ha propiciado un desequilibrio que debe ser compensado por medio de mecanismos y recursos institucionales que favorezcan la convivencia humana desde una perspectiva diferente, donde puedan expresarse las dimensiones humanas marginadas por los elementos dominantes del sistema establecido. En este sentido, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende propiciar condiciones de intercambio humano donde las personas participantes puedan comprender, expresar y apoyar los ideales y aspiraciones más profundos de la conciencia humana, ligados a su búsqueda personal y social de realización plenaria de lo humano.


Más allá de ciertas manipulaciones políticas o económicas a que puede prestarse, el concepto de "desarrollo sostenible" inspirado de las preocupaciones ecologistas tiene que enseñarnos muchos sobre las nuevas orientaciones que debe impulsar la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana. La visión tradicional de los seres humanos en su convivencia con la naturaleza se fundaba principalmente en su captación falseada como un conjunto de potencialidades que el hombre podía programar en función de sus necesidades, desconociendo su lógica interna de acción y subsistencia. Los planteamientos ecológicos nos recuerdan así que la naturaleza no es una cosa que se utiliza, sino una realidad con la que se convive. Pero, el planteamiento ecologista no es más que un destello que abre quizás las puertas a una búsqueda más integral de la convivencia humana no sólo con la naturaleza, sino también y sobre todo con los otros seres humanos.

En la situación actual, los pensamientos, sentimientos, aspiraciones y producciones humanas que no logran valorarse en el "mercado" económico, político y comunicativo, son artificiosa o maliciosamente desvalorizadas. De esta manera, los problemas y potencialidades humanas se circunscriben y convierten en simples productos estereotipados que se producen y distribuyen en el mercado espectacular de los objetos, de las noticias y programas comunicativos, y no en "desafíos" que se enfrentan vivencialmente para obtener las mejores soluciones desde una búsqueda plenaria de lo humano. La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende así ofrecer un ambiente de diálogo abierto donde las manifestaciones humanas desvalorizadas por las demandas del mercado puedan tener alguna posibilidad de ofrecer sus aporte y riquezas espirituales y culturales, más allá de las limitaciones impuestas por la dinámica restrictiva del mercado.

Desde esta perspectiva, se puede enfrentar muchos dilemas y conflictos internos del mundo actual en su perspectiva humana más trascendental, donde las demandas de convivencia se tienen que convertir en el eje central de la necesaria superación de las deficiencias detectadas en el vertiginoso movimiento de la interrelación humana actual. Por tal motivo, sin tratar de limitar o circunscribir las dimensiones propias de la institución, es quizás conveniente señalar algunas posibles tareas del Instituto Internacional para la Convivencia Humana en la promoción de una mejor convivencia humana con suficiente sentido de realidad.

La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene que enfrentar problemas ligados a la dialéctica permanente entre la "individualidad" y la "colectividad". Por una parte, el desarrollo de ciertos medios de comunicación, tanto física como informativa, ha generado que la interrelación humana se haya hecho en cierto sentido planetaria. De tal manera, esta realidad comunicativa determina la existencia de ciertas dimensiones colectivas relativamente generalizadas en lo económico, lo político, lo institucional, lo científico, lo tecnológico, lo artístico, lo deportivo, lo informativo, etc.


Así, el ser humano puede ahora "sentirse parte de un mundo" en aquellos aspectos donde las vivencias de los otros seres humanos lo afectan de modos diversos a través de las redes de comunicación establecidas. Pero, por otra parte, esta realidad también pone en jaque el "sentido de identidad humana" y el "sentimiento de lo propio" de las distintas vivencias personales, regionales, grupales, nacionales, etc.

La estructura comunicativa existente carece de modalidades y mecanismos adecuados a la profunda necesidad humana de encontrar los aspectos que definan una adecuada conjugación entre el encuentro y la diferenciación de los seres humanos. Por eso, al indagar sobre su realidad personal, los seres humanos. Por eso, al indagar sobre su realidad personal, los seres humanos se encuentran con frecuencia desvalidos ya que toda esa pléyade de datos y reportes colectivos no responden adecuadamente, en su mundo más íntimo y afectivo, a sus necesidades existenciales más profundas. Así vemos, por ejemplo, que a pesar de tener suficientes recursos materiales y posibilidades comunicativas, por falta de una orientación y convivencia adecuadas, muchos jóvenes de los países económicamente privilegiados no recurren a ellos para desarrollar creativamente sus potencialidades personales, sino que se refugian desesperadamente en bandas de conductas antisociales y expresan sus sentimientos de identidad de maneras alocadas e irreflexivas; mientras, por razones idénticas, el mundo actual está padeciendo el flagelo del narcotráfico y la drogadicción.

La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene que enfrentar también el profundo desafío de la "masificación" intrínseca del mundo actual y de la desorientación personal correlacionada, que se intensifican gracias a los procedimientos propios de su situación humana. Ante esta realidad, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene necesariamente que fundamentar su acción en la solidaridad con aquellos esfuerzos humanos, presentes a pesar de todo dentro del desconcierto actual, que recurren de las más diversas maneras al aporte creativo de la convivencia; como sucede, por ejemplo, con muchas de las organizaciones de auxilio a los accidentados, a los drogadictos, a los alcohólicos, a los discapacitados, a los moribundos, a los enfermos crónicos, etc.

En este sentido, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana debe poner de relieve la importancia que asume una convivencia bien orientada en la solución de dichos problemas, personales y sociales, así como favorecer condiciones de interrelación entre los pueblos e individuos que permitan desarrollar una auténtica convivencia humana.

La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene que enfrentar así la disgregación personal, social y cultural que supone el mundo actual, cuya dinámica propia implica un predominio de las dimensiones más "societarias" sobre las "comunitarias". En efecto, las diversas manifestaciones del intercambio societario dependen de una maquinaria racionalmente programada donde cada cosa cumple funciones determinadas, mientras la comunidad es un sustrato espiritual en donde las personas se sienten parte al compartir una visión del mundo y sostener valores similares como pautas de existencia. Para decirlo en término de Ortega y Gasset, la sociedad maneja "ideas", mientras que la comunidad sostiene las "creencias más profundas" en las que la vida humana se sostiene como el pez en el agua. Por eso, la sociedad crea "utilidad", en tanto que la comunidad de "sentido".

Desde esta perspectiva, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene que establecer posibilidades de desarrollar en todos los niveles la convivencia humana sobre el transfondo de las riquezas comprendidas en las vivencias comunitarias. En realidad, las condiciones operativas de la vivencia utilitaria y funcional de las instancias societarias del mundo actual han generado la precipitación, las tensiones y el aislamiento existencial, característicos de las "grandes concentraciones urbanas". Este predominio de la urbe ha suscitado el deterioro de muchas de las instituciones y valores humanos integrados en las vivencias quizás más sopesadas y solidarias que generaban las condiciones existenciales de la típica convivencia de los pueblos y hogares tradicionales, donde el sustrato comunitario tenía un papel predominante. sin pretender resucitar tiempos pasados para solventar estas deficiencias, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene que centrar sus preocupaciones por las condiciones de la "vida comunitaria" en los núcleos más naturales de su gestación: la familia, las comunidades religiosas y culturales, en donde los seres humanos no solo comparten tareas por cumplir, sino que encuentran o debieran encontrar apoyos existenciales que sostengan los "ideales" y "valores" que orienten su realidad personal y comunitaria.

Por estas razones, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene en su misma esencia un sustrato profundo de cercanía con los objetivos e intenciones de la lucha internacionales por la paz, ya que sus implicaciones, nacionales e internacionales, se hayan intrínsicamente ligadas a la idea de la paz. Pero, la realización de la paz integral como un deber moral de cada persona y una exigencia política, nacional y mundial, supone un fundamento comunitario de apoyo, de solidaridad, de respeto mutuo y de servicio a la vocación humana de cada uno de los habitantes del planeta.

Hace unos veinticinco años, una de las figuras espirituales del mundo occidental, el Papa Pablo VI, correlacionaba la paz con el desarrollo al sostener que "la paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres" (Populorum Progressio). Pero, tanto la paz como el desarrollo implican necesariamente el establecimiento previo y constante de una auténtica comprensión y convivencia humanas entre los seres humanos más diversos. Por esto, en las condiciones actuales, se puede reinterpretar este planteamiento humanista sosteniendo que la convivencia humana es la condición indispensable para alcanzar una auténtica paz y un verdadero desarrollo.

2.- OBJETIVOS DE LA INSTITUCIÓN

Aparentemente la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana no parece responder a las supuestas necesidades prioritarias del mundo actual, ya que su dinámica interna no se adhiere estructuralmente a planteamientos societarios específicos, con tareas y resultados evaluables en términos contables. Sin embargo, si se percibe la problemática humana con una visión más amplia, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana puede ofrecer un apoyo esencial en la búsqueda de un adecuado intercambio humano sobre experiencias e ideales orientados hacia la globalidad de los requerimientos de la plena realización de la auténtica condición humana en todos los pueblos, sin distingos de raza, lengua, religión, sexo, edad, condición económica o trasfondo cultural.

En efecto, la única suposición básica que requiere el Instituto Internacional para la Convivencia Humana consiste en la aceptación honesta y responsable por parte de los participantes de una búsqueda de lo plenamente humano a través de la convivencia interpersonal y social. Desde esta perspectiva se precisan sus objetivos fundamentales.

1.- Propiciar una mejor convivencia humana en todos los niveles y dimensiones del mundo actual.

2.- Propiciar mayor humanización en el uso de las tecnologías, y de todas las interrelaciones sociales, culturales y educativas de los seres humanos.

3.- Motivar a todos los seres humanos sobre la necesidad de mejorar la convivencia como prerrequisito y medio fundamentales del adecuado desarrollo humano.

4.- Facilitar el diálogo profundo dentro de las más diversas comunidades e instancias sociales sobre las ventajas y perspectivas ligadas a un adecuado manejo de la convivencia humana.

5.- Promocionar el estudio y la reflexión sincera sobre las condiciones y modalidades a un adecuado manejo de la convivencia humana.

6.- Defender los derechos a la plena realización de todos los seres humanos en una convivencia respetuosa de las virtualidades propias de las diferencias particulares de cada uno.

7.- Buscar el enriquecimiento del conocimiento y comprensión de las condiciones favorables al mejor desarrollo de la convivencia humana.

8.- Crear condiciones de intercambios entre las personas y movimientos orientados a promover la convivencia entre los seres humanos.

9.- Desarrollar la producción de técnicas de grupo que favorezcan la creación de mejores niveles de convivencia entre los participantes.

10.- Divulgar información por los medios pertinentes sobre experiencias exitosas de convivencia humana con el fin de motivar y apoyar todos los esfuerzos orientados hacia su promoción.

11.- Buscar los apoyos societarios necesarios para crear encuentros que faciliten la convivencia entre personas de ámbitos sociales y culturales diferentes.

12.- Convocar a dirigentes políticos, culturales, sociales y económicos con poder de mando en sus naciones, en instituciones regionales o internacionales, con el propósito de que de su encuentro salgan resoluciones y un apoyo sustentable para mejorar la convivencia humana a nivel nacional, regional y mundial.

3.- ESTRUCTURA ORGANIZATIVA

El Instituto Internacional para la Convivencia Humana poseerá las siguientes estructuras organizativas.

a) La Asamblea General

La Asamblea General será la responsable de definir las políticas generales del Instituto Internacional para la Convivencia Humana, de aceptar la integración a la institución de los Institutos Nacionales, de escoger el Consejo y el Coordinador General del Instituto.

La Asamblea General estará constituida por un representante de la Asamblea de cada Instituto Nacional de los países miembros, por dos representantes de los miembros fundadores (durante los primeros 10 años), y por los miembros del Consejo.

b) El Consejo del Instituto

Como instancia de dirección, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana tendrá un Consejo constituido por un coordinador general, elegido por períodos de tres años renovables por un máximo de dos veces, y cuatro miembros de nacionalidades diferentes, elegidos por períodos de dos años renovables.

El Consejo determinará las estrategias de acción del Instituto Internacional para la Convivencia Humana, establecerá sus presupuestos generales y controlará las labores de la Institución.

c) La Oficina de Coordinación Mundial

El Instituto Internacional para la Convivencia Humana tendrá una oficina central, con sede en Costa Rica, que funcionará bajo la dirección de un Coordinador General.

d) Los Institutos Nacionales para la Convivencia Humana.

Los Institutos Nacionales para la Convivencia Humana están constituidos por todos los miembros que así lo soliciten y respondan a los requerimientos impuestos por su Asamblea General.

e) Asambleas Nacionales

La Asamblea General de los Institutos Nacionales para la Convivencia Humana de cada país será la responsables de definir sus políticas generales, de aceptar la integración de filiales, de escoger el Consejo y el Coordinador del Instituto Nacional.

Las Asambleas Generales estarán constituidas, en una primera instancia, por todos los miembros de los Institutos Nacionales hasta un máximo de cien. Cuando se sobrepase esta cifra, se creará una Asamblea General Representativa de cincuenta miembros elegidos por los miembros de su sede central y de sus filiales, por los mecanismos que la misma Asamblea decida.

f) El Consejo Nacional

Como instancia de dirección, cada Instituto Nacional para la Convivencia Humana, tendrá un consejo constituido por un Coordinador General, elegido "por períodos de cuatro años renovables una sola vez consecutiva, y cuatro miembros residentes en el respectivo país, elegidos por períodos de dos años renovables.

El Consejo determinará las estrategias de acción del Instituto Nacional para la Convivencia Humana, establecerá sus presupuestos generales y controlará las labores de la Institución.

g) La Oficina de Coordinación Nacional

Cada Instituto Nacional para la Convivencia Humana tendrá una ofician central que estará bajo la dirección de un Coordinador Nacional.

h) Comando Organizativo

Con el fin de producir los documentos de base, establecer los procedimientos organizativos y gestar los contactos, nacionales e internacionales, necesarios para constituir realmente el Instituto Internacional para la Convivencia Humana se creará un Comando Organizativo; el que se disolverá con la creación concreta del Instituto. No obstante, las personas e Instituciones que participen efectivamente en dicho comando serán reconocidos como fundadores del Instituto Internacional para la Convivencia Humana.































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